En el futuro, un astronauta parte en busca de su padre hacia Neptuno. De ciencia ficción ingrávida firmada por James Gray, en la que la introspección prevalece sobre la acción.
Después de Z. La ciudad perdida (The Lost City of Z, 2016), James Gray continúa con sus grandes viajes, esta vez hacia los confines del sistema solar. En futuro presentado como próximo, Roy (Brad Pitt), astronauta de élite, tiene como misión encontrar una solución a las múltiples y explosiones que amenazan a nuestro planeta y que son debidos a los rayos cósmicos que emite Neptuno. Precisamente, el planeta donde su padre, también astronauta, ha estado desaparecido durante dieciséis años, en el curso de una expedición que tenía como finalidad descubrir una potencial vida extraterrestre. El periplo de Roy se realiza en varias fases. Antes de poder aproximarse a Neptuno, primero va a la Luna en un transbordador, como un pasajero de los que ahora toman el tren o el avión. En este lugar, circula en centros comerciales como los que hay en la Tierra. Estas visiones de anticipación, fluidas, se bañan en una calma que hace que las situaciones sean muy probables.
Brad Pitt en Ad Astra (2019) |
Ad Astra es tanto un viaje interior como interestelar. En voz en off, podemos escuchar los pensamientos de Roy, un hombre poco preparado para el mundo ordinario, que huye de los demás, siempre atraído "por la partida". Un héroe ambivalente, que parece inquebrantable, física y mentalmente, su excepcional frialdad es constantemente controlada por una asombrosa prueba exprés, pero que se cuestiona sobre su desprendimiento y sobre este padre que él venera y maldice a la vez. Esta parte de la introspección distingue a la película, en la ingravidez, donde la meditación prevalece a las escenas de acción, pocas, una, aterradora, que muestra un ataque de monos de laboratorio rabiosos.
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