La filmografía de Woody Allen está llena de actores que, por mimetismo o en respuesta a sus expectativas, terminaron pareciéndose a él de una forma u otra. Entre estos avatares: Kenneth Branagh, Owen Wilson, Jesse Eisenberg o Timothée Chalamet.
La afirmación maliciosa de que Woody Allen se repite. ¡Pero no! Sus películas son los diversos y variados capítulos de una especie de comedia humana que ha estado construyendo durante más de medio siglo. ¿Balzac siempre escribió el mismo libro cuando estaba redactando el suyo? Por otro lado, es cierto que todos los personajes de Woody hablan como él. La libertad que dice dar a sus actores parece ilusoria, ya que nunca se atreven a desviarse de su texto y adoptan, por decirlo, especialmente los hombres, sus tics y sus frases.
Todo comienza con Celebrity, en 1998. Woody ya es demasiado viejo para interpretar a un apuesto cuarentón, y Kenneth Branagh si puede hacerlo. Dirigido hasta el más mínimo detalle, el actor, a quien la comedia nunca amedrentó, se presta a interprtarlo: copia los inicios del cineasta, sus dudas, sus excesos en los agudos, cuando el personaje debe manifestar la sorpresa o la indignación. Increíble mimetismo que resulta casi vergonzoso...
Unos años más tarde, en Café Society (2016), Jesse Eisenberg no tiene necesidad de parecerse al maestro. El discurso brusco que tiene, como lo demuestra La red social (The Social Network, 2010), de David Fincher, quien lo descubrió. La semejanza física también es sorprendente: con veinte años más, se parece al pequeño pelirrojo que Woody había elegido para encarnar al niño en Días de radio (Radio Days, 1987). Hasta el día de hoy, Jesse Eisenberg sigue siendo la copia más bella de Woody. Perfecto, ya que natural.
No se trata sólo de hablar, sino pensar como él. En Medianoche en París (Midnight in Paris, 2011), Owen Wilson adora inevitablemente a la ciudad: "¡Cuando uno piensa, en el universo frío, violento y sin sentido, qué París exista! Él también odia al Tea Party: "Tu padre defiende el ala derecha de los republicanos. Tienes que ser un loco perverso para ser miembro". Y se maravilla, por supuesto, cuando una brecha en el espacio-tiempo le permite conocer a Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway y enamorarse de la musa de Picasso, que encarna Marion Cotillard.
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