miércoles, 15 de enero de 2020

Anna Karina, Jean Seberg, Brigitte Bardot, Maruschka Detmers... musas de Jean-Luc Godard (I)

Habiendo realizado una serie de entradas en este blog sobre una retrospectiva de Jean-Luc Godard, ahora vamos confeccionar los retratos de doce actrices que lo inspiraron o incluso lo revelaron, con quién fantaseó o se casó, y quien, a sus ojos, inventó feminidades inolvidables
Jean-Luc Godard durante el rodaje de la película El desprecio (Le Mépris), en 1963, en Italia
"Lo que nos hizo amar mucho a Renoir y Nicholas Ray es también saber que esa chica era con quien podía o no. Es algo que se quedó conmigo. Para trabajar con una actriz, hacerla actuar y vivir con ella, incluso si lo hice mal. "El deseo de Jean-Luc Godard por el cine va de la mano con su deseo de actrices, entremezclando íntimamente la vida y la ficción. Para su primer largometraje, Al final de la escapada (À bout de souffle), encontrará a su estadounidense, como Roberto Rossellini con Ingrid Bergman para Stromboli. "Nuestras primeras películas fueron puramente películas de cinéfilos": con Anna Karina, su musa más leal, rinde homenaje al cine mudo y sus estrellas juveniles de los locos años veinte.
Godard reinventa el cine mientras reclama una herencia. Rompiendo con las películas francesas excesivamente "clásicas" de años anteriores, despreciadas por los "Jóvenes Turcos" de Cahiers du cinema, nunca deja de buscar cuerpos nuevos, caras nuevas, decididamente modernas. Desde las primeras películas hasta las "obras revolucionarias", desde los "experimentos en vídeo" hasta las "meditaciones históricas", desde Anna Karina hasta Maruschka Detmers pasando por Anne Wiazemsky, Anne-Marie Miéville o Nathalie Baye, cada período tiene su musa.

Las que compartieron su vida

Anna Karina, la musa
Es el emblema de la Nouvelle Vague y del período más glorioso de Godard. Y , además, su pasión tumultuosa, tanto en la vida como en la pantalla, ha nutrido ocho películas, al menos cuatro de las cuales son antológicas. Es excepcional. Ella hizo más que inspirar al cineasta, lo reveló, queremos decir. La influencia fue mutua, tanto se reflejaron mutuamente. Así se despidieron, a través de una larga y poco familiar mirada de cámara de Karina, quien sonrió con tristeza, en Anticipación, o el amor en el año 2000 (cortometraje que anticipa a la película El oficio más viejo del mundo (Le Plus Vieux Métier du monde, 1967). Antes de eso, hubo todas esas secuencias que forjaron la mitología de la pareja. Entre ellos, el amor a primera vista, un flash inmortalizado a través de un fotógrafo, s alter ego (Michel Subor en El soldadito (Le petit soldat, 1960). El ballet marital, donde la actriz canta, baila, revolotea con una frescura irresistible enmascarando un fuerte proyecto de infancia -Una mujer es una mujer (Une femme est une femme, 1961)-. Una carrera de nueve minutos a través del Museo del Louvre, y la secuencia del baile Madison en el café en Banda aparte (Bande à part, 1964). La carrera romántica y salvaje con su Pierrot (Belmondo), en Pierrot el loco (Pierrot le fou, 1965).
Jean-Luc Godard y Anna Karina en el rodaje de Vivir su vida (1962)
Múltiple, divinamente cambiante, esta sirena morena venida de Dinamarca encarnaba diferentes personajes, pero todos convergían en una imagen común de mujer moderna y traviesa, empujando la penumbra lo más lejos posible, para salir, para traicionar. O morir de una bala perdida, en una prostituta muy respetuosa, peluca de Louise Brooks  en Vivir su vida (Vivre sa vie, 1962). Mujer ordinaria, estática, dócil, nunca lo fue. Por el contrario, sigue asociada con el ímpetu, con el movimiento siempre ondulante, que su línea de la cadera dibujaba perfectamente.
(cont.)

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