Myriem Roussel, la última musa
En Yo te saludo, María (Je vous salue Marie), estrenada en 1985, las planos más belloss son retratos de Myriem Roussel. Sin embargo, hay cielos espléndidos, un erizo, varios cuerpos convulsos, la presencia fugaz y juvenil de una Juliette Binoche, entonces principiante... Pero eso es todo (o casi) para el que pronto sería su musa, para captar y grabar su imagen era necesario guardarla para si mismo. Myriem con el balón de baloncesto, nº 10 y perfil reflexivo; peinándose en el espejo; su elegante cuello cuando regresa; en casa del doctor, cabeza en la rodilla; todavía rodeada de infancia en primer plano; extremidades delgadas, curva del vientre y caída de los riñones. Una mujer sublime y frágil, de caña plegable pero tenaz, Marie tendrá un hijo que no es de José, su novio. El obstinado cineasta Jean-Luc hará que la película nazca de su pasión por Myriem, ya condenada a convertirse en letra muerta.
Myriem Roussel en Yo te saludo, María (!985) |
Tres años antes, Pasión (Passion) le había mostrado mejor que a cualquier figurante, un cuerpo desnudo compuesto, un elemento en la imagen, una media figura casi muda, que ya llama la atención por el óvalo perfecto de una cara seria, opalina y pensativa. Aún más iluminado dentro del cuarteto interpretando a Beethoven en Nombre: Carmen (Prénom Carmen, 1983). Muy a menudo enmarcado separadamente de los otros músicos. Ya solista, llamada Claire, como el agua de roca. ¿Cómo no querer frotar tal pureza de fachada a sus planos fijos, a sus demonios del mediodía o medianoche, a sus abismos, cuya profundidad se adivina y se nos escapa? El paréntesis Roussel en la vida y la filmografía de Godard quedó encantada, inmediatamente desilusionado, dos veces, tres movimientos, la efigie de un cameo, la belleza para siempre desbocada.
(cont.)
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