Recientemente, se han vuelto a reeditar en DVD y Blu-ray las películas Dos en la carretera (Two for the Road, 1967) y Robin y Marian (Robin and Marian, 1976), dos de las películas más importantes de la estrella de Hollywood, nos da la oportunidad de admirarla en dos papeles de mujer adulta y frente a la melancolía de las cosas en la vida.
Audrey Hepburn durante el rodaje de Dos en la carretera |
En 1966, Audrey Hepburn rueda Dos en la carretera. Dos años antes, Hollywood, francamente, la había desairado: todos (productor, director, técnicos) fueron premiados por My Fair Lady, excepto ella, doblada en ciertas canciones. Esta desaire está muy lejos ahora. Stanley Donen, que ya la había dirigido dos veces (Una cara con ángel (Funny Face) en 1957 y Charada (Charade) en 1963) es un amigo y cómplice. La virilidad fustigadora y el juego brutal de Albert Finney la alejan agradablemente de la madurez de sus compañeros habituales (Humphrey Bogart, Fred Astaire, Rex Harrison). Y por primera vez, lejos de heroínas de cuento, para las que ya no tiene edad, encarna a una mujer confrontada con la tristeza del fracaso. Un adulta, a fin de cuentas. Está radiante y se nota: su sonrisa ilumina todos los planos de Dos en la carretera sus ojos brillan de alegría.
Albert Finney y Audrey Hepburn en Dos en la carretera de (1967), de Stanley Donen |
"Audrey ha vuelto" es el titulo del artículo, a doble página, en la revista Variety publicado con motivo del estreno, nueve años más tarde, Marian y Robin. Durante estos años, se ha divorciado, volvió a casarse, dio a luz a un segundo hijo, abandonó el cine, hasta el punto de rechazar el papel ofrecido por Luchino Visconti en Confidencias (Gruppo di famiglia in un interno, 1974)... Para su regreso, ella interpreta, una película de Richard Lester, a la eterna prometida de Robin Hood, ahora una monja, que da la bienvenida a un héroe anciano, que finalmente regresa de las Cruzadas (Sean Connery). La película, muy hermosa, es crepuscular. Y desde la primera aparición de Audrey Hepburn, nos sorprende lo obvio: su sonrisa sigue siendo tan brillante, pero su mirada ha cambiado: desencantada, saturada de gravedad, casi de tristeza. Como le ocurre al personaje de Dos en la carretera...
Audrey Hepburn y Sean Connery en Marian y Robin (1976), de Richard Lester |
La película de Stanley Donen sigue siendo espléndida. Una maravilla de elegancia y causticidad, donde el tiempo, elástico, se estira y fragmenta como en un guión de Alain Resnais o una obra de Harold Pinter. Una voz en off (¿pero cuál, la de la heroína, su esposo, o un tercero al que se confían por turnos?) Comentarios sobre diez años de la vida de una pareja que viaja varias veces al sur de Francia. El truco, que nunca se percibe instantáneamente, obliga a explotar la cronología, si este hombre y esta mujer están a punto de amarse o separarse. Realmente no sabemos dónde están, dónde estamos. Nuestros únicos puntos de referencia son los automóviles cada vez más lujosos que acompañan el ascenso social de Albert Finney. Y los atuendos de Audrey Hepburn.
Lejos de ser solo decorativos (¡incluso aunque lo fueran, por supuesto!), sirven para revelar las etapas de sus vidas: tejanos y suéteres para la joven enamorada, blusas recatadas con estampados en colores pastel para la nueva madre, extravagancias coloridas de Mary Quant (creadora de la minifalda, en esa época) para la mujer que se emancipa, un conjunto de cuero negro para la que se rebela, hasta el famoso vestido metálico de Paco Rabanne, símbolo de su brillante liberación...
Audrey Hepburn en Lazos de sangre (1979), de Terence Young |
Después de Marian y Robin, Audrey Hepburn filmará dos películas, un irregular drama de incontrolables pasiones amorosas Lazos de sangre (Bloodline, 1979), dirigida por Terence Young, con Ben Gazzara, y una pequeña pero gran película: la siempre ignorada Todos rieron (They All Laughed, 1981), de Peter Bogdanovich. En 1989 aparece en un pequeño papel en Always (Para siempre), de Steven Spielberg. Fue su última película antes de retirarse del cine para dedicarse a la infancia maltratada, como embajadora de UNICEF, hasta su muerte, a la edad de 63 años, principios de 1993.
Audrey Hepburn y Ben Gazzara en Todos rieron (1981), de Steven Spielbeerg |
La memoria fluctúa en estos días. Las estrellas inmortales mueren cada vez más deprisa. Pero Audrey Hepburn permanece inolvidable. Y el vestido de tubo negro que luce en Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany's, 1961), de Blake Edwards, nunca ha dejado de inspirar a los diseñadores de moda. Y deleitar a los cinéfilos.
Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes (1961), de Blake Edwards |
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