La parada de los monstruos (Freaks, 1932), de Tod Browning
Una de las películas más insólitas de la historia del cine. Se trata de la primera película de terror con monstruos de verdad, ya que los protagonistas eran seres deformes. Aunque Browning filmó a los monstruos con toda la ternura, la sociedad de 1932 no estaba preparada para recibir un filme de este tipo, demasiado provocador, que obligaba al hombre a enfrentarse a los horrores que le rodeaban. Por esta razón fue calificado de maldito, hubieron manifestaciones públicas en su contra. Un fracaso monumental en su época debido a que ni siquiera pudo completar una carrera comercial al uso. Prohibida durante treinta años en Reino Unido, acabó a efectos prácticos con la carrera de Tod Browning, que venía de un éxito descomunal como Drácula (1931) y de una carrera triunfal con Lon Chaney. Y pese a todo, hoy es considerada obra maestra absoluta y canon total del cine clásico de Hollywood. Lo que está claro es que le costó encontrar su sitio. Durante décadas, La parada de los monstruos se proyectó en cines de mala muerte y programas dobles de tres al cuarto junto a cine de explotación o directamente pornográfico. Pese a ser una película de una poética visual indiscutible, nada morbosa y con una moral muy clara, el protagonismo de auténticos fenómenos de circo -un entorno que Browning conocía bien, pues se crió en uno- la condenó al ostracismo. Hasta que precisamente su larga vida en circuitos de explotación le otorgó una categoría de película de culto en los sesenta y setenta y acabó siendo redescubierta y reivindicada como el clásico que es hoy. Como curiosidad, en España, por ejemplo, se vio por primera vez en los años 1970, en la Semana de Cine Fantástico de Sitges.
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