Ménilmontant (1926), de Dimitri Kirsanoff
Una ventana, una cortina rasgada, primeros planos de un hombre, de una mujer y del asesino de ambos. Un hacha suspendida y gotas de sangre en la tierra. Todo esto en apenas segundos, narrado con un montaje dinámico. Ménilmontant, un melodrama de apenas 38 minutos, relata la historia sin intertítulos, acudiendo a la gestualidad de sus intérpretes y a una composición vanguardista que utiliza recursos del surrealismo en las imágenes evocadoras de una infancia feliz; del impresionismo, en las ramas que se agitan sobre el agua del río; del expresionismo, cuando esas mismas ramas desnudas aparecen amenazadoras luego del asesinato de los padres; del formalismo, en la edición de las imágenes que utiliza un ritmo ágil y posee una narrativa sugerente, a través de sobreimpresiones metafóricas. También anticipa características del naturalismo poético en los interiores del mísero hotel o en la plaza, donde la joven madre hambrienta recibe las migajas de un anciano que apura su magro almuerzo; y del neorrealismo, en la elección de una historia melodramática, inserta en una realidad social que golpea a los más débiles.La película toma su nombre del barrio homónimo de Paris.
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