Nadie puede vencerme (The Set-Up, 1949), de Robert Wise
Stoker Thompson es un viejo boxeador que últimamente pierde todos sus combates. Cuando, en mitad de una pelea, descubre que su manager ha pactado su derrota sin consultarle decide ganar a su rival Tiger Nelson, controlado por un mafioso. A partir de ese momento empezará a tener graves problemas.
Un drama negro que significó el punto de inflexión en la carrera del cineasta Robert Wise, que hasta entonces había trabajado básicamente como montador y dirigido algunos filmes de serie B, algunos de ellos ya destacables. Sin embargo, fue Nadie puede vencerme la película que llamó definitivamente la atención sobre su persona y le permitió ascender en el escalafón, hasta permitirle acometer proyectos del calibre de Sonrisas y lágrimas o West Side Story. Con un metraje de sólo 72 minutos y una factura que le hace parecer estar rodado en tiempo real, la película no desaprovecha ni un sólo segundo y describe de manera impecable el sórdido mundo del boxeo profesional. Buen trabajo, también de todo el reparto, con mención especial para un Robert Ryan en un rol inusualmente simpático a ojos del espectador.
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