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7.- Callejón sin salida (Kagirinaki hodo, 1934), de Mikio Naruse
Llegamos al final de la época muda en la larga y fecunda carrera de Mikio Naruse con Callejón sin salida, realizada en un año insólitamente poco prolífico en su filmografía, el de 1934, en el que solo tenemos noticia de esta película, frente a las diez que se reparten simétricamente entre 1933 y 1935. El progresivo giro hacia una narración más calmada y hacia la atenuación de los sobresaltos de cámara se confirma en este nuevo largometraje, en el que también hay una cierta moderación argumental y desaparecen la prostitución y los peligros de muerte en los que se había recreado en las cuatro películas antecedentes de este ciclo. Cuenta la vida de una camarera, Sugiko, cuya vida toma un brusco giro tras ser atropellada por un rico hombre de negocios.
8.- Smilin' Through (1941), de Frank Borzage
Basada en la obra de 1919 del mismo nombre de Jane Cowl y Jane Murfin, la película fue un remake de una versión anterior de 1932 de Metro-Goldwin-Mayer (MGM) y fue la tercera y última versión cinematográfica de la obra. Protagonizada por Jeanette MacDonald, Brian Aherne, Gene Raymond e Ian Hunter. Fue filmado en Technicolor y fue rehecho como un musical para MacDonald con varias canciones antiguas interpoladas en la historia. La trama se mantuvo esencialmente igual que en la obra de teatro y las versiones cinematográficas anteriores. John Carteret ha estado deprimido y solitario durante mucho tiempo porque en su boda su prometida, Moonyean, fue asesinada. Acepta en su casa a Kathleen, la sobrina huérfana de 5 años de Moonyean, y rápidamente crece para parecerse a su tía. Kathleen conoce y se enamora de un misterioso desconocido de América, Kenneth Wayne. Cuando John se entera de esto se enfurece, y nos enteramos de que fue el padre de Kenneth, Jeremy, quien había matado a Moonyean años antes. John lleva su rencor contra Jeremy a la nueva generación, y amenaza con arruinar la felicidad de su sobrina.
9.- Días sin huella (The Lost Weekend, 1945), de Billy Wilder
Don Birnam es un fracasado escritor que intenta solapar su frustración con una arriesgada huída a través del alcohol, cayendo en una peligrosa y húmeda espiral que lo conducirá incluso a pensar en el suicidio como forma de liberación. Una de las películas más notables de la etapa 'negra' de Billy Wilder y quinto trabajo de su filmografía. Días sin huella presenta una durísima historia escrita por el propio Wilder y su habitual colaborador en esta primera etapa de su carrera americana, Charles Brackett (también productor del filme), basada en una novela de Charles R. Jackson. Las consecuencias del alcoholismo son diseccionadas con total crudeza en un relato escalofriante, enfatizado por la abrumadora música de Miklos Rozsa, por una impresionante puesta en escena y una magnífica utilización de flashbacks y elipsis. Ray Milland, un espléndido y versátil actor, ofrece una lección de interpretación en el papel de Don, que le llevaría a ganar el Oscar; la misma recompensa que obtendría la película y su director, el genial Wilder.
Un hombre y una mujer regresan a un Berlín en ruinas. Susanne Wallner ha sobrevivido a un campo de concentración y, a pesar de los horrores sufridos, desea reiniciar su vida. Al llegar a su apartamento, encuentra que el doctor Hans Mertens está viviendo ahí. El médico vive atormentado por el recuerdo de la guerra y bebe demasiado. El encuentro abre nuevos horizontes para ambos, pero no el pasado salya a su encuentro constantemente. Ha pasado a la historia como la primera película rodada en Alemania tras la guerra; de hecho, se considere la primera de la RDA, pese a que este Estado no nacerá oficialmente hasta 1949, porque el rodaje se realizó en la zona soviética de un Berlín en ruinas (EE UU, Francia y el Reino Unido se negaron a conceder el permiso) y la distribución corrió a cargo de una firma germano-rusa. La dureza del contexto, la fuerza de los exteriores y, sobre todo, la pertinencia de su mensaje y el hecho de estar rodada por y para alemanes, hacen que la obra se eleve por encima de sus defectos -cierta tosquedad narrativa, el efectismo de una estética expresionista (sombras, angulaciones, encuadres) ya anticuada y unas interpretaciones demasiado tópicas- y que aguante con dignidad la confrontación con la similar pero mejor, aunque también más tardía y extranjera, Alemania, año 0.
11.- Ángel negro (Black Angel, 1946), de Roy William Neill
Angel Negro es una película de cine B negro que puede situarse entre las mejores de su categoría (cine comercial, de bajo presupuesto y sin demasiadas pretensiones artísticas). La historia está basada en la novela de 1943 de Cornell Woolrich The Dark Angel, que a su vez está basada en su relato breve de 1935, Murder in Wax. La película, excepto por el giro final, no sigue de cerca a la novela. Se dice que, el propio Woolrich, no quedó satisfecho con el resultado. Además, la película fue realzada con gran destreza por el director británico Roy William Neill, en la que sería su última película, y cuenta con el apoyo de una excelente fotografía de Paul Ivano y una buena actuación de Dan Duryea.
Haciendo uso de su paso por el Ministerio de Información británico como realizador de películas propagandísticas, además de asistir en la dirección del maestro del neorrealismo italiano Roberto Rossellinni, Roma, ciudad abierta, el escocés Alexander Mackendrick inicia aquí su faceta más creativa, dirigiendo su primer largometraje de ficción. El cineasta quiso satirizar esos tiempos austeros en los que, tras el conflicto, escaseaba ese líquido tan preciado. El resultado fue una comedia de sutil humor inglés, nominada en los premios BAFTA a la mejor película británica del año.
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