sábado, 28 de noviembre de 2020

Biografías de cine: Pola Negri (III)

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A la vista de tan admirable trayectoria en Alemania parecía inevitable que, tarde o temprano, Pola Negri fuera reclamada por ese imperio devorador de imágenes en que se estaba convirtiendo Hollywood. En el año 1922, por tanto, la Paramount se dispone a contratarla, y la rutilante estrella europea emprende camino hacia el "paraíso" del cine, como en un viaje nocturno rumbo a lo desconocido. Una vez allí, su primer trabajo tiene lugar en Bella Donna (1923), una desafortunada película dirigida por George Fitzmaurice, que parecía presagiar el futuro de su recién estrenado "sueño" americano. 
Pola Negri en Bella Donna (1923)
Por lo pronto la férrea moral norteamericana impide a la Negri enseñar libremente su insinuante y exótica forma de "asomarse" a la pantalla, con lo cual todo su luminosos encantamiento comienza poco a poco a desvanecerse, sin intención ni remedio. Sólo de entre estas primera tentativas hollywoodenses, su intervención en La bailarina española (The Spanish Dancer, 1923), junto al mítico Rodolfo Valentino, proporcionaría a Pola Negri un efímero éxito, apenas continuado. 
Pola Negri en La bailarina española (The Spanish Dancer, 1923 ), 
con vestuario diseñado por Howard Greer
En general, su experiencia americana se limitaba a figurar en los repartos de películas de escasa o nula trascendencia, con demasiada frecuencia en comedias banales que impedían, al menos demostrar su in mensa capacidad interpretativa. Únicamente, su nuevo, y a la vez último, reencuentro con Lubitsch en La frivolidad de una dama (Forbidden Paradise, 1924), lograría que Pola Negri recuperase momentáneamente para el cine su fascinación perdida. Pero el éxito de esta película no sería sino una excepción fugaz nunca más repetida, pese a que años desùés algún que otro título como Hotel Imperial o Las eternas pasiones (Barbed Wire), ambas de 1927, le hicieran sentir, a la vez, el dulce y amargo sabor de la gloria.
Pola Negri en Las eternas pasiones (1927)
Todo era ya, sin embargo, inútil, Hollywood se había mostrado implacable, y Pola Negri era sólo la imagen oculta de sí misma. Los fracasos, además, se sucedían uno tras otro, hasta que después de La mujer de Moscú (The Woman from Moscow, 1928), toma la decisión de regresar a Europa. A partir de aquí, y una vez en el viejo continente la trayectoria cinematográficas de la Negri se convierte en un continuo e inacabable peregrinaje de un sitio a otro, de un país a otro; de Inglaterra, The Woman He Scorned (1929) a Francia, Fanatismo (Fanatisme, 1932), de Austria, Mazurca (Mazurka, 1935) a Alemania, Moskaw-Shangai, (1936), con un breve inciso, contratada por la R.K.O. para realizar en Estados Unidos la desafortunada La reina Draga (A Woman Commands, 1931).
Pola Negri en La reina Draga (1931)
Curiosamente, sin embargo, sería Estados Unidos el país que diría adiós definitivo a la carrera cinematográfica de Pola Negri; primero con Casados sin casa (Hi Diddle Diddle, 1943), y finalmente con La bahía de las esmeraldas (The Moon Spinners, 1964), su última aparición en pantalla, realizada gracias a la interesada llamada de Walt Disney. Pero, por aquel entonces, la fulgurante estrella de Pola Negri había muerto, aunque con ello, y a un mismo tiempo, para siempre nacía el recuerdo que la haría eternamente vivir. 
Casados sin casa (1943)

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