Reconocido por sus sofisticadas comedias, el director estadounidense también se ha distinguido en enormes payasadas que desafían la plausibilidad y la lógica, como digno heredero de Laurel y Hardy. La prueba está en cinco películas y multitud de gags tan surrealistas como poéticos.
Para combatir la tristeza del confinamiento, nada supera a Blake Edwards (1922-2010). Sus sofisticadas comedias, por supuesto, como Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany's, 1961) o 10, la mujer perfecta (10, 1979). Pero, sobre todo, sus travesuras. Enorme, pero nunca vulgar. Casi aterrador, tanto denuncia, a la manera de moralistas como Balzac o Flaubert, la estupidez y el aburrimiento. El resultado son catástrofes ridículas e inevitables. Los vemos aparecer, crecer, estallar y extenderse, sin que quienes son víctimas puedan jamás detenerlos, ni evitarlos. Modelos obvios del cineasta: Laurel y Hardy, especialistas, como él, de los gags lentos, estirados hasta el infinito, desafiando la plausibilidad y la lógica, hasta el punto de alcanzar una especie de grandeza. Poesía en estado puro... Aquí, pues, cinco ejemplos de estas tragedias optimistas...
La carrera del siglo (The race, 1965)
La película está dedicada a los dos ídolos del cineasta. Y efectivamente, las relaciones sadomasoquistas del profesor Fate/Crown Prince Frederick Hoepnick (Jack Lemmon) con su ayudante Maximilian Meen ((Peter Falk, el futuro Colombo) imitan, con excepción del rudo, los enfrentamientos entre Laurel y Hardy. ¿Quién ganará en 1910 la carrera de autos Nueva York-París? The Great Leslie (Tony Curtis), ¿completamente vestido de blanco? ¿O Fate, vestido de murciélago? Edwards parodia westerns, películas de capa y espada y cómicas mudo. Con una batalla de tartas de varios minutos, filmada como una serie de lienzos abstractos donde los personajes cambian de color según las tartas que se estrellan en su cara...
La escena a destacar: la destrucción total de un salón por una pelea de vaqueros.
El personaje inolvidable: Natalie Wood como periodista sufragista. Es valiente, atrevida, ambiciosa, oportunista cuando es necesario y completamente lúcida, no solo sobre el machismo del villano profesor, sino también sobre la misoginia de The Great Leslie. Incluso si al final se casa con él, la ganadora de La carrera del siglo…, es ella.
El guateque (The Party, 1968)
Continuos e involuntarios desatinos de un extra hindú (Peter Sellers), invitado por error a la fiesta de un jefe de estudio que juró su no volver a verlo jamás… Ningún escenario real, si no el saqueo de la casa del productor, objeto ridículo junto al lago, parece sacado de Mi tío (Mon oncle, 1958), de Jacques Tati.La escena a destacar: un pollo asado aterriza en el peinado de una invitada. Peter Sellers lo recoge en su plato, pero con el postizo de la bella...
El personaje inolvidable: El camarero borracho muerto (Steve Franken, genial) que, con sus pifias, provoca la rabia de un mayordomo irascible...
La pantera rosa ataca de nuevo (The pink panther strikes again, 1976)
De lejos, la mejor de la serie (ocho películas) dirigida por Edwards. Enloquecido por el inspector Clouseau (Peter Sellers), su superior jerárquico (Herbert Lom) escapa del manicomio donde estaba internado y se convierte en un genio del mal... Maravilla absoluta, del género, donde la famoso y larguirucha pantera se disfraza de Hitchcock, King Kong, Julie Andrews de Sonrisas y lágrimas (The Sound of Music, 1965) y, finalmente, mandíbulas de Tiburón (1975). Todo lo que sigue es de asombrosa invención y eficacia.
La escena a destacar: Clouseau, disfrazado de Quasimodo, cuya joroba, inflada con helio, lo hace despegar en el aire… y evitar una explosión mortal.
El personaje inolvidable: Jarvis (Michael Robbins), mayordomo británico, de día, y drag queen, de noche, en un cabaret londinense.
La escena a destacar: Clouseau, disfrazado de Quasimodo, cuya joroba, inflada con helio, lo hace despegar en el aire… y evitar una explosión mortal.
El personaje inolvidable: Jarvis (Michael Robbins), mayordomo británico, de día, y drag queen, de noche, en un cabaret londinense.
¿Víctor o Victoria? (Victor Victoria, 1982)
París, años treinta. Tras el fracaso de una audición en un cabaret, Victoria Grant (Julie Andrews) camina hambrienta y desolada por las calles de la ciudad. Acuciada por el hambre, decide utilizar una estratagema para disfrutar de una suculenta comida sin tener que pagar. En el restaurante, conoce a Toddy (Robert Preston), un homosexual que no sólo le ofrece hospitalidad, sino que tiene la brillante idea de convertirla en Víctor, un travesti cuyo éxito será inmediato y espectacular. Pero la situación de Victoria se complica cuando King Marchan (James Garner), el dueño de una cadena de cabarets de Chicago, se siente irresistiblemente atraído por Víctor. Edwards transforma una pequeña comedia alemana (Viktor und Viktoria, 1933), de Reinhold Schünzel, en un manifiesto alegre que celebra la ambigüedad y la indulgencia. Seamos tolerantes, en un mundo que lo rechaza, parece decirnos. Y grotesco en una sociedad que no sabe que lo es. Incluso hoy, la película sigue siendo irresistible...La escena a destacar: El absurdo y tierno momento en el que el guardaespaldas (Alex Karras) de un viril mafioso (James Garner), molesto al descubrir a su jefe en la cama con - él cree - un hombre, se arroja en sus brazos para confesarle que es gay.
El personaje inolvidable: Charles Bovin, detective francés con boina (Sherloque Tanney). Victoria le rompe el dedo en el baño, involuntariamente. Quien lo contrató se le recoloca. Muy voluntariamente.
Cita a ciegas (Blind date, 1987)
Sin embargo, le habían dicho: ni una gota de alcohol para la hermosa Nadia (Kim Basinger). Pero Walter (Bruce Willis) no le creyó. Resultado: el caos de sus vidas en una noche... La película por sí sola resume la filosofía del cineasta: el individuo crea su propia desgracia que, a veces, resulta ser su salvación.
La escena a destacar: Perdido en una propiedad desconocida, Bruce Willis se esconde debajo de un enorme oso de peluche, se esconde debajo de una cama, escapa con una almohada, resbala en una pelota de golf olvidada y cae de una terraza donde espera, un perro feroz llamado Rambo. ¿Quién dice mejor?
El personaje inolvidable: El celoso (John Larroquette) que, al volante de su coche, choca sucesivamente con una tienda de mascotas, una tienda de pinturas y una fábrica de harina...
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