El hijo de Barry Levinson se impone tardíamente como un director hábil, perseguido por sus fantasmas. Retrato del fenómeno en un momento en el que muchos observadores del otro lado del Atlántico querrían que su última película Malcolm & Marie, producida para Netflix, ganara las prestigiosas estatuillas...
Después de un rápido vistazo a su curriculum vitae, es difícil no clasificar a Sam Levinson en la categoría de "hijo de". Sus primeros pasos están todos relacionados con Barry, su padre. En su juventud, protagonizó tres de sus películas, Toys (1992), Bandits (2001) y Algo pasa en Hollywood (What Just Happened, 2008), antes de afilar su pluma para ser coautor del guión de la película de HBO The Wizard of Lies, sobre Bernie Madoff (2017). Un aprendizaje familiar que no le impidió alejarse de las comedias sociales de papá, revelando a un cineasta con una caótica carrera íntima y artística.
Revelado al gran público por la alucinatoria y sofisticada serie Euphoria (en HBO en Estados Unidos), intenta otro gesto artístico fuerte con la película Malcolm & Marie, disponible en Netflix desde el 5 de febrero, a bajo demanda y en blanco y negro, que presenta como la relación de un director de cine y su novia es puesta a prueba cuando regresan a casa tras el estreno de su película y esperan las reacciones de los críticos. Dos obras ligadas a su pasado, y ambas marcadas por una estetización excesiva que fascina, repele, o ambas a la vez.
Autodidacta, Sam Levinson escribió y dirigió su primera película en 2011, sin pasar por el tradicional cuadro de cortometrajes, Otro día feliz (Another Happy Day), una crónica familiar durante un fin de semana de bodas, le valió el premio al mejor guión en Sundance, pero fue recibido con poco entusiasmo por los críticos. Su nombre no volvió a aparecer en los créditos hasta cinco años después, cuando coescribió el guión de la excelente Deepwater (2016) de Peter Berg, un thriller sobre plataformas petrolíferas en alta mar. Su segundo largometraje, Assassination Nation (2018), un terrible drama adolescente ambientado en un contexto de violencia en las redes sociales, contiene todo lo que impulsará a Euphoria un año después. Levinson ofrece un retrato satírico y brutal de la juventud estadounidense, llevado por una cámara giratoria, edición sincopada y mucho trabajo ligero: Marcell Rev, director de fotografía de la serie HBO, ya está a cargo. Nuevamente, la crítica está dividida...
La historia de los adolescentes de "Euphoria" también es suya “Rompemos todas las reglas. Esta afirmación, un poco pretenciosa, resume la ambición detrás de Euphoria, una adaptación muy libre de una serie israelí, lanzada en junio de 2019. Sam Levinson reinventa más que atomiza el género del drama adolescente, modernizando algunos de sus códigos: voz en off, amores imposibles, banda sonora pop, etc. Su enfoque sensitivo y emocional cautiva, pero la fuerza de sus palabras a veces se diluye en una puesta en escena amanerada. Sin embargo, es imposible acusarlo de falta de autenticidad. La historia de la adolescencia de Euphoria también es suya, de un ex drogadicto que creía que nunca sobreviviría a su juventud. “Pasé la mayor parte de mi adolescencia entre hospitales y centros de rehabilitación de drogas. Tomaría todo lo que pudiera, hasta que no sintiera nada", dijo en el escenario del estreno del programa en Los Ángeles.
Malcolm & Marie, en un estilo radicalmente diferente, continúa el discurso iniciado con Assassination Nation y Euphoria. Zendaya interpreta a Marie, una ex drogadicta que podría ser Rue, su personaje en la serie de HBO, unos años después. Es una especie de doble para el director, tanto como su compañero en pantalla, Malcolm, el director sobrecargado (John David Washington). Su guión, escrito en unos días, filmada en secreto el verano pasado, se asemeja así a un enfrentamiento entre Sam Levinson, más o menos borracho, y él mismo, donde se empujan todas sus certezas y sus dudas, afirma su autor y sus ansiedades internas. Un "debate socrático", dice, del que se resienten las películas que carecen de autenticidad, aunque lamentablemente carezca de ella, a los ojos de algunos críticos.
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