(cont.)
Puesta en escena muy reflexiva y muy precisa
El cineasta realiza así, en el marco de una película con guion y actores, un gesto bastante parecido al cine de la realidad, naturalmente curioso por los pequeños detalles de la existencia y menos sujeto que la ficción a las exigencias románticas. La puesta en escena que propone, además, evoca la forma documental en más de un sentido, ubicando a Joan en el espacio doméstico evitando adoptar un punto de vista subjetivo, conservando también una considerable distancia respecto a Delphine Seyrig, que no conseguiría el recurso del primer plano. Así, Chantal Akerman no utiliza el corte para enfatizar aislando una expresión de su rostro, ni produce movimientos de cámara que, siguiéndola en sus movimientos, inducirían a un esbozo de dramatización. Su práctica del plano fijo y distanciado, en cambio, le permite establecer claramente la relación que mantiene su personaje con las estancias que ocupa, en las que se mueve.
“Su cámara no busca empatía; es topográfica, explica Corinne Maury, profesora de estética cinematográfica en la Universidad Toulouse-II y autora de un notable libro sobre la película de Akerman, publicado en 2020. Para ella, no se trata de ilustrar o acompañar a Jeanne, sino de mirarla a la cara, de mostrar sus acciones cotidianas y su forma de vivir en el espacio." Gestos y movimientos a los que Delphine Seyrig aporta una precisión participando en su belleza casi coreográfica, como lo hacen la puesta en escena muy reflexiva y muy precisa de Chantal Akerman, y el trabajo a la luz de la directora de fotografía Babette Mangolte. Todo lo relativo a una relación con la realidad imbuida de ética y respeto.
"Es en el piso y en lo banal donde todo sucede", dijo Chantal Akerman. "No es esta nada lo que filmé", enfatiza Corinne Maury, quien siente una profunda admiración por Jeanne Dielman y muchas de sus películas. El gesto de Chantal Akerman en realidad consiste en contar lo cotidiano. Aquellos que esperan que el cine sea una forma de encubrir, huir de su vida o imaginar una que no tienen, no puede hacer nada por ellos."
En su artículo sobre la película Umberto D (1952) dirigida por Vittorio De Sica , el crítico de cine André Bazin (1918-1958) evoca el sueño del guionista Cesare Zavattini de "hacer una película continua con noventa minutos de la vida de" un hombre al que nada podría pasar". Y para añadir: “Dos o tres secuencias de Umberto D hacen algo más que dejar entrever lo que podría ser una película así: ya son fragmentos realizados." Podríamos ampliar su reflexión argumentando que Jeanne Dielman no solo le da a este sueño una forma coherente de principio a fin, sino sobre todo que lo hace como parte de un proyecto que le da todo su significado. La de una película preocupada por levantar el engañoso velo de la ficción, para darnos acceso a una realidad que nos negamos a ver o que ya no vemos mientras la tengamos frente a nuestros ojos. Para des-alienarnos un poco, en resumen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario