Le gustaba verlo, hacerlo, despejarlo, compartirlo: el cine fue la pasión de su vida. Bertrand Tavernier, director de Que empiece la fiesta (Que la fête commence..., 1975), 1280 almas (Coup de torchon, 1981), El relojero de Saint-Paul (L'Horloger de Saint-Paul, 1974) o más recientemente La princesa de Montpensier (La Princesse de Montpensier, 2010), autor de películas y documentales imprescindibles para cinéfilos, falleció el jueves 25 de marzo de 2021, a los 79 años y de repente sentimos un enorme vacío.
Se ha ido un gran cineasta, un gran hombre de memoria también, que había venido al cine porque amaba el de los demás, el de muchos otros, sin distinciones, sin cortapisas, sin esnobismo. Y supo transmitir tan bien su pasión, como presidente del Instituto Lumière de Lyon, como autor (el diccionario 50 Ans de cinéma américain, coescrito con Jean-Pierre Coursodon, cuya versión ampliada se publicará a fin de año), como blogger gourmet de las novedades en DVD o, nuevamente, como un maravilloso documentalista [Las películas de mi vida (Viaje por el cine francés, 2016)]. Cualquiera que haya tenido la suerte de entablar una conversación cinéfila del cine con este narrador, tan hambriento de la pequeña puesta en escena que nadie antes que él había considerado conveniente contratar, podía tirar su reloj. De un western "menor" de John Ford a una película demasiado subestimada de Pierre Granier-Deferre, Tavernier se dejó llevar por la literatura o el jazz, sus otros amores, se dejó llevar, recomendó una docena de DVD, con una emoción juvenil y un conocimiento enciclopédico, sin ni siquiera dar una conferencia. Un maestro de las curiosidades. Como bien expresa Philippe Torreton, actor, en cuatro de sus películas de los noventa: “Él engrandeció el cine...
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