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Crónica negra (Un flic, 1972) es la última palabra de J.P. Melville, antes de fallecer, sobre el género negro y sus arquetipos, y supone su absoluta voluntad de abstracción porque, ante todo, representa la simplificación a su esencia de los tradicionales procedimientos estilísticos y retóricos. En esta película crepuscular a Melville ya ni siquiera le interesa la intriga, que soluciona mediante elipsis y sobreentendidos, sino, únicamente, la peripecia y la ambigüedad en estado puro.
Décimotercer largometraje y último de Jean-Pierre Melville. La acción dramática tiene lugar en Paris y en Saint-Jean-de-Mont entre el 23/12/1971 y el 10/2/1972. La banda de Simón (Crenna), amigo del comisario Edouard Coleman (Delon), atraca una sucursal bancaria de una pequeña localidad turística de la costa atlántica. Posteriormente interceptan y sustraen una partida de droga (cocaína) en poder de una banda rival. Uno de los malhechores, Marc Albouis (Pousse), resulta herido de bala. Los otros dos asaltantes son Paul Weber (Cucciola) y Louis Costa (Conrad). Simón regenta, con la colaboración de Cathy (Deneuve), la sala de fiestas de noche “Simon’s”, de Paris. Es duro, codicioso, ambicioso y desconsiderado. El comisario Coleman es tan duro y frío como los malhechores.
Al realizador, le interesa, sobre todo, la exploración de la ambigüedad moral de los protagonistas y las equivalencias entre la policía y los atracadores. La lucha de la policía contra los criminales no se identifica con el enfrentamiento secular entre el bien y el mal. Los criminales son fríos, carecen de sentimientos, maltratan a quienes se cruzan en su camino, son sanguinarios y crueles. La policía, personificada en la figura del comisario Coleman, actúa de manera similar. Otros referentes temáticos de la película son la exploración de las debilidades humanas, la preocupación por la muerte, la amistad masculina, la lucha entre el sentido del deber y los sentimientos de amistad, la tensión entre realidad y apariencias, la ambigüedad sexual (travestido enamorado del comisario). Los personajes dudan, sueñan, actúan y albergan miedos, frustraciones y esperanzas. Se comportan como seres humanos inmersos en una realidad cotidiana, ordinaria y corriente. Los diálogos son breves, escasos y casi lacónicos. El realizador muestra la atracción que siente por la tragedia. Destaca la secuencia del asalto a la oficina bancaria y el cruel interrogatorio (sólo insinuado) de Louis Costa. La película destila la gélida frialdad que anida en el espíritu de los criminales y de la policía.
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