De esta clásica película de terror poblada por fantasmas inofensivos, recordaremos especialmente la acusación contra hombres dispuestos a esclavizar y destruir todo en nombre de una hipotética superioridad.
George Clare enseña historia del arte, su esposa Catherine restaura frescos religiosos; ella es piadosa, él es ateo, son hermosos. ¿La pareja americana perfecta? Puede ser. Por el momento, George obtiene una posición bastante prestigiosa en el campo de Hudson. Catalina lo sigue un poco constreñida, con su hija. Es que el hombre debe realizarse a sí mismo, ya que sin duda requeriría un plan de desarrollo personal (muy personal). Aún así, la choza en la que se instalan está atravesada por sacudidas bastante inquietantes. Entonces, mientras el brillante esposo desfila por el pueblo, Catherine investiga estos fenómenos que parecen ser testigos de un pasado oscuro, mientras su pareja se desintegra...
Shari Springer Berman y Robert Pulcini, los directores de Las apariencias delas cosas ya anidaron en American Splendor (2003) la ficción en el documental y el documental en el cómic, lo verdadero en lo falso, lo banal en lo extraordinario. Tanto es así que ya sentimos en esta biografía del famoso Harvey Pekar todo lo que tenía el arte para designar el mundo, y el mundo del material para el cine. No debería sorprendernos entonces ver que lo que inicialmente parece una película banal de una casa encantada es tanto una película encantada por la pintura: desde el primer plano, literalmente nos sumergimos en un lienzo. Luego hay una mística que el maniqueísmo puede posponer. Debe decirse que el libro Las apariencias de las cosas sobre la que la adaptación descansa, se basa mucho en el pensamiento del teósofo Emanuel, considerado por algunos como el digno sucesor escandinavo de Aristóteles, para otros como un iluminado furioso (Dios le dirigió sus proyectos personalmente, al parecer).
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