Una antigua bailarina acepta refunfuñando proteger a un niño antes de encariñarse con él. Estamos en 1980, es la penúltima vez que Gena Rowlands actúa para su marido John Cassavetes, y es sublime.
Gloria (1980) de John Cassavetes (1980), con John Adames y Gena Rowlands |
John Cassavetes filma una realidad desnuda y violenta, la de la gran ciudad, sus arterias bloqueadas, sus edificios vertiginosos, sus estaciones anónimas. En este inmenso laberinto urbano, el thriller florece de forma casi natural: el asesinato de una familia por parte de la mafia. Justo antes de recibir un disparo, Jack Dawn confía su pequeño a Gloria, una ex bailarina. Al principio, reacia, se compromete a salvar al niño, un testigo vergonzoso perseguido por los asesinos de la organización criminal.
Una noticia entre miles. Nueva York late al ritmo de guerrillas privadas, cuyo estallido de repente parece casi normal. La historia de amor y domesticación que el cineasta inserta en este frenesí es excepcional. Gloria, un personaje ambiguo, decidido, hasta entonces decididamente egoísta, poco a poco se apega a un extraño de 6 años. Un "mini-macho" que la molesta y la conmueve como un verdadero amante. Entre ellos, poco a poco, recrean en su vuelo una celda original, una extraña forma de hogar. Contra un ejército de ogros terriblemente reales, toda la dureza de Gloria se convierte en un baluarte de dedicación imprudente, de generosidad. Cassavetes entrega aquí un maravilloso discurso sobre el amor, una elección irreversible, fuente de vida y de peligro. Ofrece a Gena Rowlands, su esposa y actriz favorita, uno de sus papeles más bellos, una Gloria muy simple, brusco y sublime. Una obra maestra.
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