La historia de amor de una joven, filmada lo más cerca posible de rostros y cuerpos. Ya visible en Netflix y Amazon Prime, la Palma de Oro 2013, compartida entre Kechiche y sus dos actrices.
Es un rostro que nos atrapa, tanto más intensamente cuanto que la cámara no deja de escudriñarlo: el de Adele, sus mejillas buenas, su boca como un horno que devora la vida con bulimia, absorbe todo lo que pasa, espaguetis a la boloñesa o los labios de su amante. Esa boca que deja entreabierta por la noche, cuando se entrega al sueño, cuerpo aplastado en la sábana, bebé grande agotado por la dificultad de crecer… Esta cara, Abdellatif Kechiche la muestra en todos los estados, alegría y dolor, alivio devorado por las olas cuando las emociones se derriten en él: lágrimas, mocos, saliva inundan la epidermis según las experiencias - y algunas serán maremotos.
Lo que nos cuenta La vida de Adèle (La Vie d'Adèle, 2013), la historia de amor de una joven del norte de Francia, su camino hacia la edad adulta, no es sorprendentemente nuevo. Pero la forma en que el cineasta trabaja sobre la duración es única: tres horas (la película podría haber durado seis y pediríamos más), buena parte de las cuales tan fijadas en el rostro de su heroína que nos hace descubrir su condición. de espíritu. La duración permite esa precisión en los detalles, que enriquece locamente la empatía con el personaje, incluso la impresión de conocer a la persona. Un ejemplo: la forma recurrente de Adèle de subirse los pantalones, un gesto banal que tal vez dibuja una actitud hacia el mundo, como arremangarse...
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