sábado, 12 de junio de 2021

Papillon: Steve McQueen, un actor siempre listo para la gran fuga (II)

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El rey del juego (The Cincinnati Kid, 1965), de Norman Jewison

Bertrand Tessier, autor de la reciente biografía Steve McQueen, L'envers de la Gloire, afirma: “Él es en la pantalla lo que es en la vida. Tan pronto como asume el personaje, lo hace genial. Literalmente secuestró sus roles, hasta el punto de quitar diálogos." Actor de expresión y actitud, McQueen hace contemporánea esta película, ambientada en Nueva Orleans durante la gran depresión económica de los años 1930. Sin él y su laconismo, solo habría sido un remake de El buscavidas (The Hustler, 1961), de Robert Rosen (con su eterno rival, Paul Newman), donde las cartas reemplazan al billar.
Steve McQueen, Ann-Margret y Tuesday Weld en El rey del juego (1965), de Norman Jewison

El caso de Thomas Crown (The Thomas Crown Affair, 1968), de Norman Jewison

Los críticos apenas han sido convencidos por McQueen, el chico malo de baja extracción social, repentinamente disfrazado de multimillonario con clase, amable y satisfecho hasta el punto de montar un atrevido atraco para darle aliciente a su existencia. Sin embargo, es él, este diablo de sonrisa devastadora, quien hace lo que le agrada, el año en el que está prohibido prohibir.
Steve McQueen y Faye Dunaway en El caso de Thomas Crown (1968), de Norman Jewison

Las veinticuatro horas de Le Mans (Le Mans, 1971), de Lee H. Katzin

Después de haber dejado a un segundo plano su Ford Mustang en Bullitt (1968), McQueen, en el apogeo de su gloria, supervisa de la A a la Z este ruinoso y peligroso proyecto, que supuestamente transcribe la intensidad visceral del automovilismo. La ficción se transforma en documental y los silencios del actor, él mismo loco por la rueda, se convierten en misterios. Concibe la película como la siente, sin guión. El director contratado (John Sturges) cierra la puerta, el rodaje se prolonga y la recepción está helada. Desde entonces, la película ha sido reevaluada en gran medida por sus innovaciones técnicas y por su capacidad para capturar la esencia de la Fórmula 1.
Steve McQueen en Le Mans (1971), de Lee H. Katzin 

La huida (The Getaway, 1972), de Sam Peckinpah (1972)

Por una vez, al burbujeante Peckinpah no le roban la edición de su película un estudio, sino su estrella, que quiere agregar primeros planos... de él. El cineasta odia el resultado pero la película, que se ha convertido en un thriller sobre un par de ladrones apoyados por otro mafioso, es un triunfo comercial y McQueen se embolsa el 10% de las ganancias: el precio de la libertad.

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