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Es Jean Renoir quien la hace escapar de su destino. En French Cancan (1955), no es trágico, sino luminoso. No la humillamos, al contrario: la pequeña lavandera que encarna se levanta, se revela, se realiza como una destacada líder de revista. Unos años más tarde, el cineasta, como un pintor, dará el toque final a este magnífico retrato de mujer: en el único boceto verdaderamente exitoso del Petit Théâtre de Jean Renoir, Françoise Arnoul se enamora de dos hombres que, por su única placer, aceptará amarla al mismo tiempo, ¡quizás incluso juntos! Felicidad sin nubes, tres...
En los hermosos dias del cancan
Los fans de Jean Renoir, el "jefe", los cineastas de la Nouvelle Vague, curiosamente, ignorarán a su musa. La carrera de Françoise Arnoul declinará, a pesar de algunos éxitos, en particular La Chatte (1958), de Henri Decoin, para redescubrirse absolutamente. Sin embargo, no olvidaremos algunos títulos: la deliciosa Eddie el gángster (Lucky Jo, 1964), de Michel Deville, donde canta un aire nostálgico de Georges Delerue, tan irrisorio como el destino del héroe de la mala suerte, interpretado por Eddie Constantine. El asombroso Le dimanche de la vie (1967), de Jean Herman (futuro Jean Vautrin, en literatura), cuyos diálogos están todos tomados de la novela de Raymond Queneau.
Interpreta a una periodista que denuncia travesuras políticas (Ronde de nuit, 1984), de Jean-Claude Missiaen, 1984), desemboca en la poetíca de Guy Gilles en Nuit docile, (1987) y la locura de Jean Marboeuf en Voir l'éléphant, (1990). Y en Le cancre (2016), Paul Vecchiali le ofrece una bonita escena, el tiempo de un vals lento donde se arrepiente, con una sonrisa, de no poder levantar las piernas en alto, como en los bonitos días del cancán...
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