El gran rubio con un zapato negro (Le grand blond avec une chaussure noire, 1972), de Yves Robert
Un hombre normal, Francois Perrin, que toca en una orquesta, es confundido con un super agente secreto en esta parodia francesa del cine de espías... Una historia contada con la dosis de seriedad necesaria para resultar creíble y el tono desenfadado adecuado para no ser tomada demasiado en serio. En realidad es poco frecuente que una película logre provocar carcajadas sin caer en el ridículo, y de hecho, si la que nos ocupa logró tal hallazgo fue, en gran parte, gracias a su contexto. El gran rubio con un zapato negro irrumpió en las salas de cine media década después de la gran explosión del Cine Moderno Europeo (encabezado por la Nouvelle Vage) y apenas unos años antes de que la segunda edad de oro de Hollywood diera sus mejores frutos. El resultado fue una suerte de cóctel (temático y formal) que aunaba incontables referentes cinematográficos. Por una parte, esta alocada pero elegante comedia de enredos tomaba como referente el cine de espías mediante el cual veteranos como John Huston, Alfred Hitchckock o Blake Edwards reivindicaban en aquel entonces su buena forma, recordando al espectador la rígida situación en que se encontraba su país por culpa de la Guerra Fría. Además de una secuela tuvo un remake norteamericano protagonizado por Tom Hanks, El hombre del zapato rojo.
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