“Bébel” acaba de morir de mourir, el pasado lunes, 6 de septiembre de 2021, a los 88 años de edad, en París. En un momento en el que las cadenas televisivas están reorganizando su programación para rendirle homenaje, echamos un vistazo a diez grandes películas de su rica carrera.
1.- Michel Poiccard en Al final de la escapada (À bout de souffle, 1960), de Jean-Luc Godard
Es el manifiesto de la Nouvelle Vague y la película que reveló a Belmondo al mundo entero. Su nombre es Michel Poiccard. Es un joven anarquista y elegante, con sombrero o gorra, pantalón negro y gafas de sol. Roba un coche, mata a un motociclista, busca en París a un tipo que le debe dinero y, sobre todo, conoce a una joven y bella estadounidense (Jean Seberg). Una pasta revolucionaria que sacude por completo la sintaxis del cine, la película impone para siempre el sello supremo del exalumno del Conservatorio: la relajación.
2.- Silien en El confidente (Le doulos, 1962), de Jean-Pierre Melville
El impermeable abrochado, el sombrero, es Silien. Es el sospechoso de ser un informador, es decir, en la jerga del hampa, un chivato. ¿Tan leal o no, el Silien? Ese es el objetivo de esta gran película fetichista de cine negro, donde policías y delincuentes se reflejan entre sí, donde todo es doble. En su rica carrera, Belmondo desafortunadamente ha jugado más a menudo a policías inequívocos que este tipo de personaje ambiguo.
3.- Adrien Dufourquet en El hombre de Río (L’Homme de Rio, 1964), de Philippe de Broca
Un torbellino, juvenil, divertido, seductor, Belmondo aporta un brío y un tono excepcionales a esta joya de película de aventuras. El viaje nos lleva desde París a la selva amazónica a través de Río y la Brasilia modernista. Con Françoise Dorléac, el actor forma una pareja de ensueño. Modelo de entretenimiento vivo e inteligente, la película fue un gran éxito. Si Tintín hubiera tenido libido, Belmondo habría sido el mejor candidato para interpretarlo.
4.- Ferdinand Griffon, llamado Pierrot, en Pierrot el loco (Pierrot le fou, 1965), de Jean-Luc Godard
En una isla, se pinta la cara de azul Yves Klein y hace estallar la caja con dinamita. Ésta es la imagen final, de burlona desesperación -el descuidado lamenta su gesto in extremis pero demasiado tarde- de una película tan legendaria, sin duda la más bella de Godard con El desprecio (Le Mépris, 1963). Donde su loca amante Anna Karina ofrece una secuencia inolvidable de lectura de los escritos de Elie Faure, en su bañera, al son de la música inquietante de Antoine Duhamel.
5.- Georges Randal en El ladrón de París (Le voleur, 1967), de Louis Malle
De las películas en las que Belmondo es un solitario, más inclinado al silencio que a la locuacidad, no hay muchas. El actor interpreta aquí a un magnífico ladrón, un desilusionado, un lejano anarquista, en el contexto de la Belle Époque. ¿Un artista del robo? Eso seguiría dando demasiada importancia al arte, especialmente al dinero. No es Lupin. Más bien un sinvergüenza nihilista, con un desapego muy melancólico.
(cont.)
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