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Porque de muertos trata fundamentalmente el cine de Puiu. Difuntos de todo tipo y condición –pasados, presentes y futuros– que remiten directa o indirectamente a todo aquello que a su alrededor es decadente y ruinoso, estéril y miserable, enfermizo, cerúleo y cadavérico:
- Los jóvenes tratados como carne de cañón que protagonizan Bienes y dinero (Marfa si banii, 2001).
- El muerto en vida que es el señor Lazarescu, en La muerte del señor Lazarescu (Moartea domnului Lazarescu, 2005).
- El asesino de Aurora, un asesino muy común (Aurora, 2010).
Son algunos ejemplos de la querencia de Puiu por los lazos que conectan la vida y la muerte. Ligaduras en forma de puertas, muchas puertas, incontables puertas por las que transitan sin descanso estos y otros memorables personajes. Criaturas febriles, en fin, de una Creación detrás de la que puede esconderse Dios o el diablo; Puiu, un hombre de fuertes convicciones religiosas, no cierra la puerta a ninguno de los dos. En este sentido místico su obra podría considerase en los mismos términos que la de Martin Scorsese.
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