No profanar el sueño de los muertos (Non si deve profanare il sonno dei morti, 1974), de Jorge Grau
Los cadáveres de una morgue inglesa próxima a una abadía de Manchester vuelven a la vida a causa de un experimento del gobierno que utiliza ultrasonidos para combatir la contaminación. Pero el experimento consigue también que los insectos de la zona enloquezcan y se devoren unos a otros. Al mismo tiempo, los muertos salen de sus tumbas con hambre y sed de venganza. Una de tantas imitaciones que se hicieron de la clásica La noche de los muertos vivientes (1968) de George A. Romero, en este caso de producción italo-española. Curiosamente, para gran parte de la crítica, ésta es quizás la más respetable de ellas, tanto por su cuidada factura artesanal como por sus logrados efectos especiales, que en la época le valieron el galardón en el Festival de Cine Fantástico de Sitges. A destacar un curioso toque ecologista y antitotalitario, bastante impropio de películas de zombies, sangre y vísceras.
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