En su debut como director, el humor autocrítico del actor germano-español Daniel Brühl es más que certero. El famoso actor germano-español Daniel Brühl (conocido por obras como la serie de televisión El alienista, Rush (2013), o Good Bye Lenin! (2003)) ha dirigido su ópera prima, La puerta de al lado (Next Door, 2021), estrenada en España el 19 de noviembre de 2021.
Basada en una idea del propio director y escrita por Daniel Kehlman, la película se centra en un actor llamado Daniel (interpretado por Brühl), que vive en un moderno apartamento en el distrito de Prenzlauer Berg de Berlín con su esposa (Aenne Schwarz) y una niñera que cuida de sus hijos. Un día de verano, mientras Daniel se prepara para una audición en Londres (probablemente para un papel importante en una película de superhéroes), se detiene en el bar de la esquina antes de salir hacia el aeropuerto. Allí, un hombre misterioso llamado Bruno (Peter Kurth) está esperándolo.
Brühl no duda en mostrar algo de humor autocrítico al interpretar a su personaje: al igual que él, Daniel es un actor famoso, habla inglés, alemán y español, está acostumbrado a un estilo de vida elegante y disfruta de la compañía de sus fans. Parece un hombre (excesivamente) seguro de sí mismo, exitoso a nivel profesional y consciente de su prestigio social. Bruno es el vecino de Daniel, un hombre acostumbrado a ser ignorado que tiene un trabajo modesto para sobrevivir. Su primera interacción es solo el comienzo de una tensa confrontación, que tratará diferentes temas como la gentrificación, el conflicto entre Alemania Oriental y Occidental, el trabajo, el matrimonio, la familia y la hipocresía social. El conflicto entre los dos protagonistas se desarrolla con éxito a lo largo de la película, oscilando constantemente entre sentimientos de odio, complicidad y miedo. Afortunadamente, la crítica social sobre la Alemania actual está bien dosificada en sus diálogos y no resulta demasiado cargante. En cambio, lo que emerge con fuerza es la reflexión sobre cómo nuestra imagen pública puede diferir significativamente de nuestra vida privada, así como la gran cantidad de pequeñas y grandes “tragedias privadas” que pueden destruir la imagen que tenemos de nosotros mismos en un abrir y cerrar de ojos. Una de estas “pequeñas tragedias” tiene lugar durante una escena en la que una pareja le pide a Brühl una foto. Al principio, el actor cree que la mujer es una fan que quiere sacarse una foto con él, pero pronto descubre, con vergüenza, que quieren ser fotografiados por él. A medida que se aleja de la pareja, podemos escucharlos riéndose de su reacción.
Además de unas encomiables interpretaciones, la profundidad de la película surge gracias a los incisivos diálogos, que permiten a ambos personajes experimentar su propio crescendo de una forma orgánica. Toda la confrontación ocurre a pocos metros del propietario del bar (Rike Eckermann), que parece no prestar atención y no está dispuesto a interferir.
El final tiene un tono tragicómico, lo cual no es una sorpresa, pero sigue resultando agradable. Con todo, La puerta de al lado es un debut prometedor. La dirección de Brühl se centra en lo que mejor sabe hacer: actuar y trabajar con actores, y eso es todo lo que necesita para ofrecer una obra convincente. A nivel estilístico, La puerta de al lado se parece más a una obra de teatro de Anton Chekhov que a una película dramática europea. El bar (la localización principal de la película) sirve como un escenario vibrante para el enfrentamiento entre los dos protagonistas, además de aportar un microcosmos para otros personajes.
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