9.- Fabian: Going to the Dogs (Fabian oder Der Gang vor die Hunde, 2021), de Dominik Graf, Alemania
Tras una desaforada primera hora repleta de hallazgos visuales al servicio de una observación enajenada de Fabian y sus devaneos nocturnos, Graf se entrega a un melodrama que eleva el tono dramático de la novela y, por instantes, las omniscientes voces en off que aportan el sustrato observacional y artíficamente documental de la película se entremezclan y rompen el tono dramático. Esta ruptura hace tambalear la película entre la arritmia festiva y visual de la decadencia hedonista del inicio y la sobriedad poética del segundo tramo; sin embargo, este impasse es tan deliberado que la película se empapa de una efervescencia romántica que brota en secuencias dialogadas donde el primer plano, el rostro y el gesto de la palabra consiguen eclipsar el corazón. El gran hallazgo de Fabian: Going to the Dogs es su capacidad de mantener una tensión entre la observación y el diario sentimental más verista y los estallidos románticos que celebran la flexibilidad expresiva del medio —y aquí cabe desde la celebración del cine mudo y la comedia física, el surrealismo de collages visuales que caben en una copa de champagne y el lirismo metacinematográfico de la Pasión (1982) de Godard.
Es una película sorprendente en la medida en la que la novela de Kästner no se impone en ningún momento a la ambición ecléctica de Graf. En sus mejores instantes, se ve, se mira y se entiende como un filme congelado en el tiempo: una experiencia anacrónicamente conmovedora por su dependencia hacia un cine alemán de los 70 que actualizó la Nueva Objetividad con el fatalismo de cabaret y bendita mugre asocial del Berlín de la RFA. En sus instantes melodramáticos, evoca un sentimiento donde lo que una vez fue el amor ahora es huella muerta en paisajes urbanos que conocieron primaveras y ahora hacen caer miradas en otoño. La historia de Fabian con Cornelia, el relato de su amistad con Stephan y la radiografía del Berlín bohemio es un ejercicio de inmolación de géneros llevados al límite de sus estructuras clásicas y convencionales. También reflejan a un cineasta tremendamente cómodo en la encrucijada entre modernidad y clasicismo capaz de pivotar a su antojo entre estilos siempre con una cámara que sabe puntuar el estatismo y escribir el movimiento psicológico de sus personajes en cada travelling de seguimiento. Fabian: Going to the Dogs es el tipo de cine errático, arrítmico y descosido capaz de mostrar la elasticidad de la imagen y su capacidad para continuar sorprendiendo justo cuando podía pensarse que ser contemporáneo consistía en un funesto ejercicio de mera arqueología cinematográfica. Hay aquí un ejercicio de vitalismo visual capaz de mirar al pasado con un poco de curiosidad y mucho de desacralizador. Hastío existencial y romanticismo sufrido, el relato de Fabian se siente tan fuera de sí que cualquiera puede latir en sus muchos huecos.
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