5.- Mad God (2021), de Phil Tippett, EE.UU.
Esa hormigonera de referentes produce una pasta densa y humeante, orgullosamente pútrida en su esencia, con la que Tippett moldea un golem cinematográfico irrepetible, no apto para quienes entienden la animación en su vertiente escapista. Es inútil e innecesario buscarle sentido al argumento, siquiera seguir la historia a partir de una mínima lógica narrativa. No, Mad God es un escenario distópico por el que el público debe dejarse llevar y sorprender hasta las últimas consecuencias; de ahí esa condición testimonial que exige a quienes se acerquen a ella. Como el Resnais de Noche y niebla (Nuit et bruillard, 1956), Tippett sitúa al público en un lugar inconcreto de la cuarta pared para asomarle al horror a la distancia conveniente, ni muy lejos ni muy cerca, la justa para que huela la putrefacción antes de verla. Lo consigue como aquél, con travelling laterales y un montaje brusco que evocan una sensación de descenso constante, de bajada a los infiernos de la noche. Se ha mencionado a Dante en algunos comentarios sobre la película, pero la iconografía y la puesta en escena guardan una relación más estrecha con Milton y las fantasías apocalípticas típicas del anime noventero. Mad God es un grano lleno de pus que explota ante nuestros ojos, infectándolos de dolor y pena por la humanidad en descomposición que retratan sus virulentas imágenes. Esa desesperanza no se encuentra en el autor de La divina comedia.
Fábula existencialista, pues, Mad God se sube a los hombros de Nietzsche para invocar en stop-motion uno de los pasajes más demoledores de Humano, demasiado humano: «Al igual que en las artes plásticas, hay en la música y en la poesía un arte del alma fea, junto al arte del alma bella; y ese arte es principalmente quien ha obtenido efectos más poderosos, quien ha quebrantado las almas, movido las piedras y convertido a los animales en hombres». Tippett nos arroja a la cara un filme molesto en el mejor sentido de la palabra y que probablemente no se estrenará jamás en salas de cine, o, si lo hace, durará en cartel un par de semanas. Para entonces su público natural ya la habrá visto, y el otro, el que necesita verla no querrá hacerlo porque es un espejo cóncavo. Entre las decenas de imágenes que nos arrojan desnudos a este territorio de sangre, vómito y semen, hay una, la del torno quirúrgico que taladra la cabeza del Asesino, ante la espantosa mirada de su único ojo, que resume de manera ejemplar el espíritu de Mad God. El cine tiene la facultad de devolver las pesadillas al campo de los sueños, al inconsciente reprimido, y el fantástico es su arma de destrucción masiva más poderosa para lograrlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario