Hay un hombre en España que lo ha hecho todo. Con motivo del reconocimiento que recibirá este año, repasamos tres gemas escondidas de su filmografía para que puedas unirse a la celebración.
A José Sacristán lo conocimos como secundario en alguna que otra comedia ligera de los sesenta como “La ciudad no es para mí” o “Sor Citroën”, pero tampoco se cortó ni un pelo protagonizando alguna de las cintas más polémicas y políticas de finales de los setenta, como “El diputado”, “Un hombre llamado Flor de Otoño” u “Operación Ogro”.
Durante sus casi sesenta años de carrera, ha trabajado con leyendas del cine como Luis García Berlanga (La vaquilla (1985), Todos a la cárcel (1993); Fernando Fernán-Gómez (El viaje a ninguna parte, 1986); Pilar Miró (El pájaro de la felicidad, 1983) o Adolfo Aristarain (Un lugar en el mundo, 1992)… así como con nombres que protagonizan el presente y el futuro de nuestro cine, como Carlos Vermut (Magical Girl, 2014) y Kike Maíllo (Toro, 2016).
Con motivo del Goya de Honor que recibirá este 2022, te traemos alguna que otra joyita escondida de su filmografía para que puedas unirse a la celebración con todas las de la ley.
¡Cómo está el servicio! (1968), de Mariano Ozores
En el imaginario colectivo ha quedado para siempre la voz aflautada de Gracita Morales y sus ‘señorito’ (una expresión que realmente no dice tantas veces como parece a lo largo de la película), pero lo que muchos no recuerdan es que el objeto de deseo de Vicenta Berruguillo era el timorato Doctor Cifuentes, pipiolo encarnado por José Sacristán. Aunque un poco rancio en sus maneras, Cifuentes personifica ese cambio (un poco) aperturista de (alguno) de los hombres españoles que a finales de los sesenta decidieron no ser tan cuñados y jetas, como sí lo sigue siendo el primo de Vicenta, un José Luis López-Vázquez que chulea a una docena de empleadas del hogar con la promesa de un piso en construcción.
Navajeros (1980), de Eloy de la Iglesia
Lo primero que nos viene a la cabeza al escuchar su nombre no es su ‘cara de acelga’ (para nada amarga), sino su voz. José Sacristán es poseedor de una de las voces más icónicas de nuestro cine, una de esas que reconoceríamos en cualquier situación. No sorprende a nadie entonces que Eloy de la Iglesia requiriese de la voz casi más que del cuerpo de Sacristán para dar vida a un periodista cuya máquina de escribir sirve como cronista de la realidad de la juventud española de barrio de finales de los setenta que aparece reflejada en Navajeros.
Madrid, 1987 (2011), de David Trueba
Este duelo generacional entre Sacristán y María Valverde se ha quedado un poco en tierra de nadie, como bastantes de las últimas cintas arties de David Trueba, lo cual no debería ser impedimento para recuperarlo como es debido. Esta intensa charla sobre los cambios políticos y sociales tras la Transición entre un articulista paradigma del privilegio y una joven e idealista estudiante da para bastante. Además, si añadimos al peligroso cóctel de Madrid, 1987, que el debate entre ambos se realiza mientras están encerrados en un baño, mejor que mejor.
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