Richard Linklater, cineasta ecléctico e iconoclasta, utiliza el pretexto de un viaje a la Luna soñado por un niño para revivir con ternura sus maravillosos recuerdos de un mundo perdido: el final de los años sesenta. Una caricatura bien hecha, para ver en Netflix. A partir de 9 años.
Sí, ha leido bien: esta es la misión Apolo 10½: Una infancia espacial (Apollo 10½: A Space Age Adventure, 2022), en la que aprendemos que el "verdadero" primer viaje a la Luna tuvo lugar unas semanas antes de julio de 1969 y del lanzamiento del Apollo 11. Es al menos lo que Stan, un chico de Houston, le gusta imaginar: una mañana, dos desconocidos han venido a buscarle al patio de recreo para proponerle el ultrasecreto honor de iniciar la aventura sin esperar a Neil Armstrong, Buzz Aldrin y los demás... Si si.
Cuando vives en un agradable suburbio a pocos calles de la sede de la NASA, donde trabaja el patriarca de la familia (así como la mayoría de los vecinos), y cuando la televisión solo habla de la conquista del espacio (entre dos reportajes sobre la Guerra de Vietnam), sueños y realidad se funden en las estrellas, y en la imagen. Esta es la historia de un trozo de infancia a finales de los sesenta: un pequeño paso para Stan, un gran salto para la humanidad.
Richard Linklater -a quien debemos, entre otros, la entrañable Boyhood (Momentos de una vida) (Boyhood, 2013) o la caprichosa Escuela de Rock (School of Rock, 2003)-, utiliza la animación para desarrollar una amplia, traviesa y rica colección de recuerdos con acentos autobiográficos, narrados en off por Jack Black (Stan ya adulto). El proceso de rotoscopia (rodada en planos reales, luego la película es "vestida" por el dibujo), añade un toque pop alegre y colorido, una expresividad vintage a esta minuciosa y lúdica instantánea de una época.
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