Las colinas tienen ojos (The Hills Have Eyes, 1977), de Wes Craven
Los Carter, una familia media típicamente estadounidense, se dirigen por carretera hacia California en dirección a unas minas de plata abandonadas que les ha regalado un familiar. El vehículo con el que se trasladan sufre una avería mientras atraviesan Nevada. Obligados a acampar en medio del desierto su viaje se transforma en un calvario cuando se conviertan en el objetivo de un clan de caníbales deformes que viven en las minas del lugar. Fue la tercera película dirigida por Craven, está considerada una de sus obras fundamentales. Inspirándose en la leyenda de la familia escocesa Sawney Beane, que en el siglo XV supuestamente asesinaba a los viajeros para luego devorarlos, un inexperto Wes Craven estrenó con éxito su segundo largometraje. En su día, la película causó un tremendo revuelo entre el público, poco acostumbrado a este tipo de depravaciones, convirtiéndose en una de las cintas de terror más importantes de los años 1970, junto a La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 1974), de Tobe Hooper y La noche de Halloween (Halloween, 1978), de John Carpenter. Aunque Las colinas tienen ojos puede parecer anticuada en la actualidad, lo cierto es que la cinta se ha convertido en una obra de culto, puesto que originó numerosos tópicos ahora clásicos en el género de terror e introdujo uno de los temas preferidos de las obras de Craven: la disolución y ruptura de la familia. La aceptación de la cinta fue tal que en 1985 se rodó una secuela y, en 2006 se estrenó el primer remake, a cargo del director francés Alexandre Aja.
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