Durante la primera mitad del siglo XX, la situación político-social en Alemania influyó en gran medida sobre la industria cinematográfica, llegando ésta a evitar su desaparición gracias a las aportaciones que a la misma hicieron las cinematografías escandinavas, tanto de películas con las que abastecer las programaciones de los empresarios, como de directores y actores que ayudaron a relanzar uno de los períodos más creativos del cine alemán.
En esta etapa florece un importante movimiento -el Expresionismo-, se crea una productora -la UFA, Universum Film AG-, surgen renombrados directores -Murnau, Pabst, Conrad Veidt-, y se realizan las grandes películas alemanas, como fueron El gabinete del Dr. Caligari, Metrópolis y Amanecer, entre otras.
Escandinavia filmó sus breves veranos y y nevados invierno en espectaculares exteriores, mientras que Alemania exploró los secretos del alma en claustrofóbicos interiores de estudio.
Antes de que estallase la I Guerra Mundial, e incluso después, los exhibidores alemanes dependían de las películas danesas para mantener abastecidos sus cines. Pocos directores nacionales lograron un mínimo impacto, aunque Richard Oswald, Max Mack y Max Reinhardt empezaron a trabajar para el cine alrededor de 1910. Significativamente, cuando los alemanes hicieron su primera película importante, revelando los temas que habrían de obsesionarles durante los años siguientes, ésta fue dirigida por un danés, Stellan Rye. Se trataba de la primera versión de El estudiante de Praga (Der Student von Prag, 1913), que fue vista por Sjöström en el momento de su estreno, causándole una gran impresión. El estudiante de Praga reflejaba la visión extravagante e intensa del actor y coguionista Paul Wegener (1874-1948), que había trabajado con Reinhardt, inspirándose en la obra de los escritores E.T.A. Hoffman y Edgar Allan Poe sobre la leyenda de Fausto, así como en la novela de Robert Louis Stevenson, El doctor Jekill y Mr. Hyde, para contar la historia de un hombre cuya alma es fatalmente dividida entre dos personalidades conflictivas.
Wegener interpreto y codirigió El Golem (Der Golem, 1913), que también mostraba la afición hacia lo fantástico que habría de caracterizar al cine alemán en los años 1920. Siete años después volvió a rodar la misma historia, pero esta vez contando con mayores medios y experiencias, El Golem es el monstruo sagrado, hecho de barro que cobra vida para ayudar a los judíos en tiempos de crisis. La película esta dominada por la Astrología y la superstición, y Wegener en el papel del monstruo constituye un curioso precedente del Frankenstein (1931), de Boris Karloff, un ser terrible y tierno al mismo tiempo.
El Golem (1920) |
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