Después de tres thrillers, James Gray hizo una película romántica en 2008. Pero, no podemos olvidarlo, el cineasta estadounidense lo rodó como un gran thriller, bajo la sombra de Alfred Hitchcock. La demostración en cinco puntos.
La rubia y la morena
Un hombre duda entre una rubia y una morena: la trama de Two Lovers es muy simple, tan antiguo como el cine. Si el color del cabello, en la historia del séptimo arte, no siempre ha tenido la misma connotación. James Grey se sitúa menos del lado de Murnau (en L'Aurore, la rubia encarna la seguridad y la morena del peligro), que del de Hitchcock. La rubia Michelle (Gwyneth Paltrow) es una escurridiza "vecina" que no envía las mismas promesas que la morena Sandra (Vinessa Shaw), cariñosa y atenta desde el primer beso.
Vértigo en el tejado
Como James Stewart en Vértigo (De entre los muertos), en España, Leonard (Joaquin Phoenix) no ve a Michelle como es, la proyecta como una fantasía. James Gray mostró la obra maestra de Hitchcock a sus actores. Cuando en la azotea del edificio Gwyneth Paltrow mira a cámara, es un homenaje a Kim Novak en dicha película.
El ojo vecino de La ventana indiscreta
Desde la ventana de su dormitorio, Leonard puede ver la de Michelle. A diferencia de La ventana indiscreta, esta vez no hay ningún asesinato que ver, y apenas se habla de voyeurismo: los dos personajes se miran y se comunican. Pero como Jeff (James Stewart) en la obra de Hitchcock, Leonard es un fotógrafo aprisionado en un apartamento. Por encima de todo, Two Lovers es también una película sobre la mirada. Leonard es espiado por su madre, escudriñado por su futuro padrastro, obsesionado por el retrato de la mujer que lo dejó (volvemos a Vértigo…).
Un halo de misterio
Es un lugar común llamar a Hitchcock "el maestro del suspense"; podría llegar a ser así designar a James Gray de esta manera. Es raro que una drama sea tan fascinante. Joaquin Phoenix tiene algo que ver, dándole a su personaje un poco de emocionante misterio. La fotografía tenebrosa de Joaquín Baca-Asay ayuda, encajando a la perfección con los otros thrillers de James Grey (ya se había ocupado el director de fotografía de La noche es nuestra (We Own the Night., 2007). Y luego está la forma en que el cineasta orquesta la bipolaridad de Leonard, delicadamente con la presión que pesa sobre sus hombros. El desarrollo de su futuro suegro, justo antes del compromiso, se parece mucho al de un líder de pandilla (ciertamente más cercano a un mafioso de New Hollywood que a un gángster hitchcockiano).
Un corte revelador
James Gray le gusta el siglo XIX: siempre hay ópera aquí y allá, adapta un cuento de Dostoievski (Noches blancas) en Two Lovers, y concluye su película con un préstamo de La education sentimental, de Flaubert. Pero este desenlace está cortado de una forma que a Hitchcock le hubiera gustado, con dos primeros planos de objetos caídos al suelo que cuentan, mejor que cualquier diálogo, lo que pasa por la cabeza del personaje. O cómo adentrarse en el alma de los hombres con una cámara.
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