Era rubia, era hermosa. Era la heroína ideal del Hollywood de la década de 1950 y se casó con un príncipe. Como en las películas. El 14 de septiembre de 1982, hace exactamente cuarenta años, falleció…
Esta vida es un guión. Preguntarse si no lo hemos visto ya cien veces en pantalla. Hija de un pobre inmigrante irlandés que se hizo rico, criada en un convento de la excelente ciudad de Filadelfia, la heroína, de una belleza pura y virginal, tomó lecciones de actuación en Nueva York, salió en las portadas de revistas como modelo, debutó en el teatro y en la televisión, voló a Hollywood, rodó con los más grandes y, en tres años, ganó la suprema recompensa, el Oscar. Aquí, el guion se va volando. La heroína, en el apogeo de su gloria de estrella renovada, acepta casarse con el príncipe de uno de esos minirreinos que solo existen en el cine, se despide de los estudios y vive cada día un cuento de hadas celebrado por la prensa mundial.
Esta vida es un guión. Preguntarse si no lo hemos visto ya cien veces en pantalla. Hija de un pobre inmigrante irlandés que se hizo rico, criada en un convento de la excelente ciudad de Filadelfia, la heroína, de una belleza pura y virginal, tomó lecciones de actuación en Nueva York, salió en las portadas de revistas como modelo, debutó en el teatro y en la televisión, voló a Hollywood, rodó con los más grandes y, en tres años, ganó la suprema recompensa, el Oscar. Aquí, el guion se va volando. La heroína, en el apogeo de su gloria de estrella renovada, acepta casarse con el príncipe de uno de esos minirreinos que solo existen en el cine, se despide de los estudios y vive cada día un cuento de hadas celebrado por la prensa mundial.
Y luego, un giro perdido, en la cornisa, sobre el mar, el chirrido de los neumáticos, el coche cayendo al precipicio, y la muerte. El público sale llorando.
Grace Kelly y Alec Guiness en El cisne (1955) |
(cont.)
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