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Rogers fue contratado inicialmente por Samuel Goldwyn para trabajar en películas mudas como hábil cowboy. No obstante, lo fundamental en él era su filosofía popular y doméstica sobre gente normal y corriente que pasa apuros, pero consigue superarlos con buen humor. Pero este aspecto de su personalidad sólo podía explicarse en el cine sonoro, por lo que sólo empezó a tener éxito tras pasarse a la Fox y rodar películas como Un yanqui en la corte del rey Arturo (A Conneticut Yankee), dirigida en 1931 por David Butler; Embajador sin cartera (Ambassador Bill), dirigida en 1932 por Sam Taylor; La feria de la vida (State Fair), dirigida por Henry King en 1933 y El juez Priest (Judge Priest), dirigida en 1934 por John Ford. Su último título Barco a la deriva (Steamboat Round the Bend, 1935), dirigda también por John Ford. Ese mismo año murió en un accidente de aviación. En 1952 se llevó su biografía al cine con el título The Will Rogers Story, y su papel fue interpretado por su propio hijo.
Will Rogers en Embajador sin cartera (1932) |
En los años 1930 surgió un nuevo tipo de héroe cinematográfico que logró captar el interés y la atención del público. Basados aproximadamente en el personaje típico creado por Will Rogers, estos hombres hablaban sólo cuando tenían algo importante que decir y basaban su conducta en los valores y normas morales propios de los primitivos pobladores de los Estados Unidos. Era sobre todo hombres de orgullo y amor propio. En las películas del Oeste solían ser encarnados por Gary Cooper, Henry Fonda y Joel McCrea.
Gary Cooper y Jean Arthur en El secreto de vivir (1936) |
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