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Las películas que mostraban a las mujeres trabajadoras llegaron al mismo tiempo que el cine sonoro. En su libros, From Reverence to Rape, Molly Haskell describe como la Gran Depresión creó la necesidad de heroínas más accesibles y cotidianas. Y no se podía encontrar ninguna que lo fuera más que las Five or Ten Cent Annie (1928) o The Girl From Woolworths (1929).
Estas películas inspiradas en las revistas femeninas se convirtieron pronto en un género por derecho propio, especialmente lucrativo para la RKO y la Metro-Goldwin-Mayer (MGM). Eran de carácter melodramático e incluso folletinesco y servían no sólo para dar rienda suelta a las fantasías de las jóvenes trabajadoras, sino también para administrarles la dosis de represión y puritanismo que todas las sociedades parecen prescribir durante los períodos de dificultades económicas.
Una película como Common Clay (1930), en la que Constance Bennet y Lew Ayres se disputaban ante los tribunales la custodia de su hijo legítimo, fijó el tono para los posteriores folletines de Constance Bennet, entre los que destacan El precio de una mujer (Sin Takes a Holidays, 1930), La pecadora (The Easiest Way, 1931), Nacida para amar (Born to Love, 1931), La diosa de Montmartre (The Common Law, 1931) y Tentación (Rockabye, 1932).
La reina del melodrama, Constance Bennet, en La pecadora, en la que conseguía abrirse paso como modelo, pero Adolphe Menjou, el director de la agencia, se aprovecha de su inseguridad económica |
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