Chaplin consideraba al cine sonoro como la ruina de "el arte más antiguo del mundo, el arte de la pantomima". En su opinión, las películas habladas aniquilaban " la gran belleza del silencio". Tiempos modernos (Modern Times, 1936), como una película muda con la única excepción de la voz del propio Chaplin, al que se oyó por primera vez en la pantalla cantando una canción sin pies ni cabeza, las únicas voces de la película eran las que surgían de pantallas de televisión o altavoces. Tiempos modernos fue, asimismo, la última aparición de Charlot, el famosísimo vagabundo, vestido con unos pantalones demasiado grandes, una chaquetilla ajustada, bombín y un cuello blanco y un deportivo bastón que parecía indicar su caballero arruinado. Este personaje que había aparecido por primera vez en la gran pantalla veintidós años antes, concretamente en 1914, y había alcanzado una aceptación universal superior a la de cualquier imagen humana de ficción conocida hasta entonces.
Tiempos modernos no fue muy bien recibida por los críticos de la época. Se acusó a Chaplin de intentar ser algo más que un "clown", y de querer convertirse en algo así como un filósofo popular. Al mismo tiempo, se le reprochó que se había quedado anticuado al no aceptar el sonido; después de todo, aquella era la etapa de los actores cómicos como los hermanos Marx, Mae West y W. C. Fields. Los críticos señalaron que, en lo que se refería a la técnica cinematográfica, había aprendido muy poco desde 1914. También fue inevitable que se atribuyesen implicaciones.
Pero el arte de Chaplin ha sobrevivido a todas estas críticas. Tiempos modernos parece más fresca y original actualmente que en el momento de su estreno. La principal cualidad de la película (una característica de la mejor obra de Chaplin), no es tanto su "modernidad" como su "intemporalidad". El universo de Chaplin no corresponde a ninguna época concreta, sino que parece pertenecer a cualquier momento.
Aunque el mundo de Tiempos modernos es el mundo de la Gran Depresión americana de 1929, todo lo que en ella se cuenta, trabajo en cadena, huelgas, disturbios, drogas, manifestaciones, contaminación urbana, la inhumana rigidez de las burocratizadas instituciones sociales, etc., tiene que ver con la realidad cualquier tiempo presente. Al mismo tiempo, y mientras los temas de la película son los típicos de ahora o de hace 50 años, los personajes y los sentimientos son más propios del siglo XIX. Cuando Chaplin habla de los pobres y desposeídos, muestra las duras condiciones de vida de la clase obrera o habla del personaje de la joven extraviada la por entonces su esposa Paulette Goddard, se está remontando a El chico (The Kid, 1921), y todavía más allá, a su propia niñez en los barrios pobres y orfelinatos de la Inglaterra victoriana.
Pero donde el genio de Chaplin se revela en todo su esplendor es en la escena en la que, queriendo mostrarse amable, recoge la bandera roja que se acaba de caer de un camión y empieza a correr detrás de él sin darse cuenta que a sus espaldas se va formando una gigantesca manifestación. Resulta imposible decir si la escena es cómica o trágica. En cualquier caso, sigue siendo una de las grandes representaciones simbólicas del hombre como víctima de su destino.
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