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En Al este del Edén, Dean interpretaba a un joven de 20 años, pero Cal Trask puede considerarse tan viejo como Drácula. El vampirismo constituye uno de los elementos del estrellato llevado a sus últimas consecuencias, lo que indudablemente ocurre en esta película, en la que Kazan permite que todos los demás personajes sucumban a la visión del mundo de Cal.
Dean vampiriza no sólo a los restantes protagonistas de la historia, sino también al público. Al respetar todas sus pausas y vacilaciones, la cámara aumenta su autoridad y dominio de la situación.
Al este del Edén resulta una película desconcertantemente lánguida y morbosa, precisamente porque Kazan parece renunciar a llevar la batuta y ceder ante la rapsodia de sentimientos heridos "tocada" por Dean.
En este caso, el formato Cinemascope se adecúa perfectamente a los objetivos perseguidos, pues permite que Dean cuente con más espacio para sus nerviosas evoluciones.
La música de Leonard Rosenman es memorable. Una película rodeada de una aureola mítica que ha quedado como el símbolo de una generación.
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