La nueva película de François Ozon, en los cines el 8 de marzo, está inspirada en una obra de teatro popular de los años 30. Loca en ese momento. La prueba por cinco.
El nuevo largometraje de François Ozon vuelve a estar inspirado en una obra de teatro popular. Ocho mujeres (8 Femmes) (obra de Robert Thomas) está ambientada en la década de 1950. Potiche (obra de Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy), en la década de 1970. Mon crime (según Louis Verneuil y Georges Berr), una comedia bufonesca donde una joven aprendiz de actriz (Nadia Tereszkiewicz), acompañada por su compañera de piso abogada (Rebecca Marder), consigue celebridad al ser acusada de ser la responsable de un asesinato que no cometió. Un pretexto para que el director haga estallar las apariencias, cosa que hizo desde su primer largometraje Sitcom (1998)), pero también en Un nuevo amigo (2014) o Frantz (2016).
Al igual que Robert Aldrich (¿Qué fue de Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?, 1962), La leyenda de Lylah Clare (The Legend of Lylah Clare, 1968)), cineasta al que está mucho más unido que a Fassbinder, al que reivindica alto y claro, a Ozon le gusta el artificio, la caricatura. Y salpica sus películas de "monstruos": el padre-rata de Sitcom, todas las heroínas de 8 mujeres (2001), el niño de Ricky (2009), el adolescente de En la casa (Dans la maison, 2012), el doble perturbado de El amante doble (L'amant double, 2017). No es, al contrario de lo que piensan sus detractores, un cineasta sosegado. Ni siquiera agradable. Su habilidad, tal vez su amabilidad, simplemente nos permite no desanimarnos demasiado frente al espejo que nos muestra.
Nadia Tereszkiewicz y Rebecca Marder juntas en Mon crime (2023), de François Ozon |
Se rodaba en blanco y negro, por supuesto, algo que los espectadores de hoy no pueden soportar. Y el sonido, la imagen no siempre fueron impecables. Pero, a pesar de la estupidez alucinante, allí reinaba la audacia. Sobre todo en las comedias, que suelen ser alocadas. La prueba…
Boudu salvado de las aguas (Boudu sauvé des eaux, 1932), de Jean Renoir
Monsieur Lestingois (Charles Granval) es un “buen burgués”, como se decía en la obra de Molière. Lo habríamos llamado un hombre de la Ilustración en el siglo XVIII. Y como activista medioambiental en el siglo XXI… Cuando ve a un vagabundo tirarse al Sena, lo salva y lo acoge en su casa y lo ve, como el ángel de Teorema (1968), de Pier Paolo Passolini, seduciendo a todos sus miembros, incluida su mujer. Excepto que Boudu (Michel Simon), a diferencia de Terence Stamp en Pasolini, es feo, maleducado, maldice como un carretero y escupe sobre todos los dogmas morales y sociales… Fiel a su filosofía macroniana (“Cada uno tiene sus razones”), Jean Renoir da la razón a Lestingois el generoso para acoger al casi ahogado ya Boudu el libertario para huir de Lestingois nadando hacia el único universo que le conviene: la utopía. La película sigue siendo siempre una marca de fuego de rara insolencia y perfecta incongruencia.
Mauvaise graine (1934), de Billy Wilder y Alexandre Esway
Comencemos con la película que van a ver las dos heroínas de François Ozon. En 1934, llegado de Berlín donde huyó del nazismo y se fue a Hollywood donde se convirtió en ayudante de Ernst Lubitsch, entonces el director que hoy conocemos también, Billy Wilder, de visita en Francia, rueda con la colaboración Alexandre Esway, Mauvaise graine. La historia de unos jóvenes que, para sobrevivir, se dedican al exitoso robo de coches. Con su cómplice Alexandre Esway (quien firmó la película), Wilder el principiante ya mostraba una gran inventiva: filmaba en la calle (como, mucho más tarde, los cineastas de la Nueva Ola) y colocaba la cámara muy cerca de sus héroes para enormes travellings que la producción no puede permitirse... Acercamiento inesperado: la escena en la que, en un garaje, los simpáticos estafadores modifican los coches robados recuerda una secuencia del reciente Rodeo (2022), de Lola Quivoron: dos ruedas en lugar de cuatro y otro vocabulario, claro, pero con la misma rabia de vivir. Y el mismo romanticismo...
(cont.)
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