El más allá (E tu vivrai nel terrore - L'aldilà, 1981), de Lucio Fulci
En 1927, el Hotel Seven Doors (Siete Puertas) es el lugar de una matanza: un grupo de hombres crucifica a un artista llamado Schweick, acusado de ser un brujo. La muerte del artista abre una de las siete puertas del infierno, las cuales están esparcidas por el mundo y permiten que los muertos puedan traspasar al mundo de los vivos. Varias décadas después una mujer de Nueva York hereda el hotel y planea reabrirlo con fines monetarios. Pero los trabajos de remodelación activan el portal y pronto se ve enfrentada junto a un doctor del pueblo, a los muertos vivientes, el fantasma de una joven ciega que les pide que abandonen el hotel, el místico Libro de Eibon que contiene las respuestas a los extraños acontecimientos, un niña cuyos padres asesinados se convirtieron en zombies y es poseída por unos espíritus, y Schweick que ha regresado como un maligno e indestructible cadáver que es controlado por las fuerzas sobrenaturales. Todas las esperanzas están perdidas. El héroe y la heroína llegan subterráneamente del hospital hasta el sótano del hotel. Entran en un paisaje que Schweick estaba pintando al principio de la película, árido, neblinoso y lleno de cadáveres momificados. Los dos se vuelven ciegos y se internan en el paisaje.
Una de las películas más emblemáticas del terror italiano de los ochenta, con esas mezclas increíbles de elementos sobrenaturales y abundancia de escenas gore, que tanto caracterizan el "giallo" y en especial el cine excesivo de Lucio Fulci, un director que ha influido notablemente en muchos cineastas posteriores, como Dario Argento o Quentin Tarantino sin ir más lejos. Pero la verdad es que con la perspectiva de los años parece que se puede afirmar que la fama le viene grande a Fulci, pues ofrece bien poco en cuanto a la calidad de la producción, con secuencias irrisorias como la de las tarántulas, por no hablar de los patéticos efectos especiales, con abundancia de zumo de tomate, rostros de cera, cartón piedra y demás lindezas, que no hacen más que restar cualquier atractivo a lo que vemos. Todo es un poco tonto y tan sólo se salva, un poco quizá, el siniestro desenlace.
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