Helmut Steinberger, (Bad Ischl, Austria, 29 de mayo de 1944) conocido artísticamente como Helmut Berger, falleció en Salzburgo a los 78 años de edad. Descubierto y elevado hasta el Olimpo por el cineasta italiano Luchino Visconti, será eternamente el sublime interprete de Luis II de Baviera, el rey loco (Ludwig, 1973).
Fue su amante, su Pigmalión y su Némesis. Fascinado por su belleza, el director Luchino Visconti captura el destino de Helmut Steinberger, un modesto empleado de un hotel de lujo austriaco. Lo modela. Le da forma. Sin duda, nunca logrará convertirlo en lo que soñó que se convirtiera: un personaje de Marcel Proust, el Saint-Loup de En busca del tiempo perdido, un proyecto que nunca se completó. Pero, a partir de La caída de los dioses (La caduta degli dei, 1969), lo transformó en una espléndida fantasía gay: mitad gamberro, mitad Marlene Dietrich. Aquejado de un evidente complejo de Edipo, además: en la Alemania de los años 1930 donde galopaba el nazismo, el joven -tal como Nerón mató a Agripina- acabó asesinando a su madre demasiado amada para liberar, en él, las fuerzas del mal. Gran éxito: Helmut, rebautizado como Berger, se convierte en un ídolo...
Unos años más tarde, en Confidencias (Gruppo di famiglia in un interno, 1974), Visconti revelará -aunque apenas- cuál debió ser su aventura. Luego se retratará a sí mismo bajo la apariencia de Burt Lancaster, un viejo esteta egoísta. Y su amante como un joven viejo, dañado por el dinero, el lujo y la comodidad. Por él, de hecho...
Helmut Berger y Silvana Mangano en Confidencias (1974) |
Por eso Luis II de Baviera, el rey loco (1973) sigue siendo su obra maestra conjunta. Este fresco íntimo sobre el destino de Luis II de Baviera es, implícitamente, una reflexión, imbuida de pesar y remordimiento, sobre los estragos que un creador puede infligir a su criatura. Pocas veces hemos mostrado tan bien en el cine la doble decadencia de un personaje y de quien lo encarna. En esta obra donde la grandeza compite con el terror, Helmut Berger es grandioso de principio a fin: una silueta aterradoramente pura, durante la coronación, un cuerpo lastrado y derrotado, al borde de la muerte... Visconti dirige a Berger al milímetro, con una asombrosa mezcla de amor y sadismo. Oímos, a cada momento, resonar los versos de Baudelaire: “¡Yo soy la herida y el cuchillo! ¡Soy el fuelle y la mejilla! ¡Soy los miembros y la rueda, y la víctima y el verdugo!…” Poema número 83 de Las flores del mal (edición de 1861).
Helmut Berger y Romy Schneider en Luis II de Baviera, el rey loco (1973) |
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