El cineasta italiano vuelve a la autoficción con una película alegre, en la que su alter ego intenta rodar una película sobre el comunismo italiano…
Muchos fans de Moretti no habían encontrado a su Nanni en la narrativa coral muy oscura y romántica, como una serie ultracondensada, de Tres pisos (Tre piani, 2021). Deberían estar satisfechos con su nueva película presentada en competición en Cannes. El sol del futuro (Il sol dell'avvenire, 2023), y muy placentero, marca el regreso del cineasta italiano al registro que lo hizo famoso: la autoficción caprichosa, a la vez divertida y melancólica, con dudas existenciales sobre sí mismo, la política y el cine. Hay incluso, como en Querido diario (Caro diario, 1993), un paseo lúdico por las calles de Roma donde, la modernidad obliga, el scooter eléctrico ha sustituido a la Vespa.
El héroe de El sol del futuro se llama Giovanni, el verdadero nombre de Moretti, quien interpreta a su alter ego ficticio con un estilo más “moretiano” que nunca, articulando cada sílaba como si estuviera tomando una lección de dicción. Con casi 70 años, Giovanni es un cineasta al borde del agotamiento. Su hija se enamoró de un polaco de sesenta y tantos años. Su mujer (Margherita Buy, como siempre genial) quiere dejarlo y, quizás más en serio, ha decidido producir el primer largometraje de un novato amante de los thrillers sanguinarios. Y el rodaje de su nueva película bajo la dirección de un productor francés corrupto (Mathieu Amalric , histriónico y muy divertido) se convierte en una pesadilla.
A través de la historia de un circo húngaro de gira por Italia en el momento del levantamiento de Budapest en 1956, Giovanni quiere mostrar cómo el Partido Comunista Italiano de la época perdió la oportunidad histórica de emanciparse de la Unión Soviética. Pero descubre que las nuevas generaciones ni siquiera saben que hubo comunistas en Italia... Y, mientras él está convencido de hacer una gran película política, a su actriz principal le gustaría modificar el guión para convertirlo en una historia de amor...
Moretti no se escatima en este papel de diseñador pasado de moda y pagado de sí mismo –¿quién dijo “viejo tonto”? – que aísla a todos y da lecciones de cine y de moral a toda la Tierra. Aunque ejerce su agudo sentido de la sátira en escenas hilarantes (incluida una negociación con directivos de Netflix más reales que la vida real) a riesgo de componer una película demasiado sentimental, el cineasta logra aligerar la didáctica de su guión. por bellas ideas escénicas (un suntuoso travelling que acompaña a Giovanni cuando abandona, derrotado, el plató de su rival) y por conmovedoras burlas de sí mismo.
Moretti denuncia la representación complaciente de la violencia en las películas de Tarantino, pero Tarantino lo hace cuando, a la manera de Malditos bastardos o Érase una vez... en Hollywood, sustituye la auténtica historia de Italia por una contrahistoria que se adapta a sus propios deseos. Y muestra que el cine permite, a pesar de todo, aportar un poco de ligereza y felicidad en este valle de lágrimas.
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