Ida (2013), de Pawel Pawlikowski
Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 2014. Rodada en blanco y negro, marca de la casa del director. Años 1960, Polonia. Una joven ilusionada con la búsqueda de la fe y la religión, está a punto de tomar sus votos y convertirse en monja, aquello que siempre ha deseado. Se ha preparado duramente durante largos años y convertida en una novicia modelo decide entregarse totalmente a su religión. Todo cambia en el momento en el que se entera de un secreto que atormentaba a toda su familia. Sus antepasados se vieron envueltos durante la ocupación nazi con terribles consecuencias, ante tales acontecimientos decide emprender una larga lucha para conocer la verdad. ¿Cómo te sentirías si todo aquello por lo que luchas acaba convirtiéndose en una mentira?
Sobria y eficaz película de Pawel Pawlikowski, coescrita con Rebecca Lenkiewicz. Con líneas severas que encajan bien con la narración, y que hacen pensar en el cine nórdico de Ingmar Bergman y compañía, o más reciente en el tiempo, en La cinta blanca de Michael Haneke, sigue el clásico esquema de viaje del héroe –en este caso, heroína–, que tras diversos avatares ya no es el mismo, en el proceso ha madurado, se ha vuelto más sabio, más conocedor de la naturaleza humana. Sin aspavientos e histerismos, ni derroteros facilones, la película pmuestra las consecuencias en las personas de las tragedias producidas por las grandes tiranías del siglo XX, el nazismo y el comunismo. En tal sentido resulta muy interesante la relación entre Ida y Wanda –excelentes Agata Kuleska y, sobre todo, Agata Trzebuchowska–, donde contrasta la fe inocente de la protagonista con la piel dura de quien, instalada en el cinismo, se diría que no tiene ya una posible redención a su alcance.
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