Regreso a Howards End (Howards End, 1992), de James Ivory
Finales del siglo XIX. Margaret Schlegel (Emma Thompson) y su hermana Helen (Helena Bonham Carter) son dos mujeres cultas y emancipadas para la época en que viven. Su relación con la convencional familia Wilcox acaba en enemistad. Sin embargo, pasado cierto tiempo, se establece una estrecha relación entre Margaret y la señora Ruth Wilcox (Vanessa Redgrave), quien, para disgusto de su familia, decide nombrar heredera de su mansión a la mayor de las Schlegel.
Basada en la novela La mansión, de E. M. Forster y ambientada en Gran Bretaña durante la época eduardiana.
Es la tercera adaptación de E. M. Forster (Edward Morgan Forster) emprendida por James Ivory en la que se detecta una denuncia de los abusos de unas clases dirigentes irresponsables y que modifican frívolamente la vida de los demás, cambiando su curso, jugando con ella como si fuese un juguete del cual disponer.
Una sociedad de la que Margaret se horroriza –tal como expresa un primer plano de ella mirándose en el espejo y comprendiendo que va a usar las mismas estratagemas– y que oculta sus trapos sucios con pulido cuidado: Mr. Wilcox en su juventud tuvo una aventura con la mujer del amante de Helen, por aquel entonces una prostituta (Ivory prepara al espectador para esa escena relacionando a ambos personajes a través de un montaje que anuncia la interrelación de ambas historias).
Con un estilo elíptico y clásico, Howards End es recordada sobre todo por suponer la consagración de Emma Thompson en el cine.
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