El indescriptible John McClane (Bruce Willis) está en Disney+, con la saga Die Hard completa disponible en la plataforma. Desde un cierto 24 de diciembre de 1988, unos ladrones alemanes comprometieron seriamente su Nochevieja, el jocoso policía de Los Ángeles se ha visto muy alterado: edificios de plástico, helicópteros explotados, matones asesinados y réplicas de culto, Bruce Willis ha destruido todo a su paso, para deleite de sus seguidores. Entonces, mientras algunos todavía luchan por descubrir si la Jungla de cristal es o no una película navideña, hagamos una pequeña reseña de toda la serie.
1. Jungla de cristal (Die Hard, 1988), de John McTiernan
En la ciudad de Los Ángeles un grupo de terroristas se apodera de un gigantesco rascacielos durante el transcurso de una fiesta y secuestran a todos los asistentes, excepto a John McClane, el esposo de una de ellas, que consigue huir -a pesar de que se había quitado los zapatos y la camisa-. Los delincuentes cierran herméticamente el acceso al edificio, por lo que la policía no puede pasar. John McClane se queda solo, pero aún así intentará hacer frente a los terroristas con la única ayuda de su astucia. Un policía le ayudará a través de la radio. Uno de los espectáculos visuales más trepidantes del cine de los años 1980, todo un clásico del cine de acción que obtuvo tanto éxito que se hicieron otras cuatro secuelas, inferiores pero entretenidas. El productor Joel Silver y el realizador John McTiernan repiten tras su colaboración en Depredador y contrataron como cabeza de cartel al carismático Bruce Willis, famoso por la serie de televisión Luz de luna, que había saltado al cine con la película Cita a ciegas de Blake Edwards, y que con este título se consagró como un nuevo tipo de héroe de acción, más humano que sus predecesores -Stallone y Schwarzenneger- y que aporta mucho sentido del humor. Como oponente, un villano de excepción, el excelente actor de la escena británica Alan Rickman, que interpreta al líder de los terroristas. El guión es la obra maestra de Steven E. de Souza, que consiguió un estilo propio que se impondría durante la década de 1990 y, poco después daría el salto a la dirección con Street Fighter. La última batalla, protagonizada por Jean-Claude Van Damme.
2. La jungla 2: Alerta roja (Die Hard II AKA Die Hard 2: Die Harder, 1990), de Renny Harlin
Tras haber salvado a los miembros de la empresa donde trabaja su mujer, el detective John McClane (interpretado por Bruce Willis) se dirige al aeropuerto de Washington para realizar lo que él cree que va a ser un rutinario viaje. Sin embargo, un comando terrorista ha tomado por asalto el aeropuerto. Conducidos por un psicópata ex oficial del ejército americano, que piensa que éste le ha traicionado y pretende vengarse de forma sangrienta, el grupo planea interceptar la extradición de un importante traficante de drogas centroamericano, justo cuando llegue a los Estados Unidos para ser juzgado, y liberarle. Una vez más, McClane se queda sólo. Intentará ser ayudado por los policías del lugar, pero estos resultarán ser del otro bando. El reputado especialista en cine de acción Renny Harlin dirige con precisión esta amena y espectacular secuela de uno de los mayores éxitos del cine de acción, Jungla de cristal, y consiguió ser aclamado como el sustituto idóneo de John McTiernan, director de la ya mítica primera parte. El guionista Steven E. De Souza, autor de la primera parte, repite en esta secuela, para la que adaptó el argumento del libro 58 minutes de Walter Wager. La película tiene el sello de estilo inconfundible de su productor, Joel Silver. Bruce Willis volvió a anotarse un éxito con su interpretación del policía John McClane, que intenta tomarse en clave de humor su trágico destino.
3. Jungla de cristal: La venganza (Die Hard with a Vengeance, 1995), de John McTiernan
Para muchos el bueno de Willis siempre será el detective John McClaine de la primera entre de la Jungla de cristal, el personaje que le hizo famoso, después de pasar por la televisión en la divertida serie Luz de luna. En esta película un sanguinario terrorista (Jeremy Irons) hace explotar una bomba en un concurrido centro comercial de Nueva York. Tras el estallido, el terrorista anuncia la existencia de varias bombas más que amenazan con destruir la ciudad. Con la ayuda de un simpático y singular héroe (Samuel L. Jackson), McClaine comenzará una carrera frenética para descubrir los artefactos antes de que exploten. Se trata de una película de acción como pocas se han realizado, toda una verdadera demostración de hasta dónde se puede llegar en efectos especiales. El especialista John McTiernan ha contado además con la colaboración de uno de los actores más oscuros e inquietantes del panorama actual, como es Jeremy Irons y la colaboración de un magnífico actor en alza, en aquel momento, Samuel L. Jackson. Para amantes de la acción sin límites.
4. La jungla 4.0 (Live Free or Die Hard, 2007), de Len Wiseman
Más difícil todavía. De nuevo John McLane vuelve a estar en el lugar y en el momento equivocados, pero, cómo no, con sus expeditivos métodos de trabajo –un hombre analógico en un mundo digital–, logrará salvar al mundo mundial, y estrechar lazos con su joven hija, en la que descubrimos la verdad de aquello de “De tal palo, tal astilla”. Quienes demuestran no estar en el lugar equivocado al retomar la saga son Fox, la productora, y el director fichado para la ocasión, Len Wiseman, el responsable de la vampírica Underworld, otra franquicia hollywoodiense. Quien era un quinceañero cuando se rodó la primera ofrece la mejor entrega “junglera”, si se exceptúa la original. La película, por supuesto, ofrece un ritmo vertiginoso y elaboradísimas escenas de acción. Son completamente disparatadas pero, ¿qué importa? Aceptada la premisa de la suspensión de la incredulidad, se disfruta sobremanera de auténticos momentos circenses, como el enfrentamiento de la autopista o cómo derribar un helicóptero con un automóvil, o el duelo en la autopista entre un enorme camión y un caza de combate, que invitan a que “el respetable” aplauda entusiasmado las proezas del héroe. Y las escenas del caos circulatorio explotan al límite lo que ya se apuntaba en otro buen film de acción, The Italian Job. Pero los efectos especiales y las coreografías no bastan. Hay además un guión inteligente de Mark Bomback, que toma como punto de partida un artículo periodístico de John Carlin, “A Farewell to Arms” (Adiós a las armas), sobre la dependencia excesiva de la tecnología en la sociedad intelectual. La trama especula sobre qué ocurriría si, con piratas informáticos, se pudieran colapsar los equipos que regulan la circulación, el suministro energético, las finanzas, la seguridad nacional… Y el telón de fondo de los miedos post 11-S refuerza el planteamiento. Además presenta a un villano de envergadura (Timothy Olyphant) ejecutando un maquiavélico plan, con oscuros propósitos no desvelados de inmediato. Mientras, McClane debe llevar a cabo una tarea sencilla antes de irse a su casa –buscar en su domicilio a un hacker y ponerlo a disposición del FBI–, pero las cosas se complican cuando un equipo de terroristas trata de eliminar a su hombre. La película es fiel al espíritu de los anteriores, también en la añoranza del héroe por la vida familiar, y en el sacrificio y la renuncia, precio que debe pagar quien tan altas cualidades posee, para enfrentarse a los villanos de turno.
5. La jungla: Un buen día para morir (A Good Day to Die Hard AKA Die Hard 5, 2013), de John Moore
John McClane (Bruce Willis) recibe la noticia de que su hijo Jack (Jai Courtney) se encuentra detenido en una cárcel rusa. La cosa pinta mal y como mínimo podría caerle la perpetua. Allá irá entonces papá McClane dispuesto a sacar a su hijo de apuros. Pero el policía de Nueva York no sabe muy bien a qué se dedica su retoño y su sorpresa será mayúscula cuando compruebe que es agente de la CIA y que se encuentra en una misión para salvar de la muerte a un tal Komarov (Sebastian Koch), un millonario ruso cuya vida está en peligro porque posee información clave que podría acabar con el futuro de un importante y peligroso jerarca llamado Chagarin. Cine de palomitas. John McClane no envejece, o al menos eso da a entender esta quinta entrega de la que ya es una de las sagas más exitosas de Hollywood. Conforme han ido pasado los años (desde la lejana Jungla de cristal de 1988), el protagonista tan sólo ha perdido pelo. Mantiene su inconfundible sorna, su tozudez frente a la adversidad y su resistencia física, hasta el punto de que su cuerpo ha adquirido la característica de ser indestructible. Es inimaginable la cantidad de golpes que sufre en La Jungla: Un buen día para morir, y más inimaginable aún lo ileso que sale de cada uno de sus accidentes, explosiones, disparos, caídas al vacío, etc. El espectador ha de rendir el juicio desde la primera, hiperdestructiva y larguísima secuencia del rescate en el juzgado y la posterior huida por la autopista, si no quiere sentir un cortocircuito cerebral. Más que en ningún otra película de la saga el guión se consolida aquí como una enorme excusa para ofrecer un alocado circo de fuegos artificiales y actuaciones más propias de superhéroes que de personas de carne y hueso. Algún giro hay, y los guionistas se descuelgan con un par de diálogos de más de dos líneas con la pretensión de dar algo de juego a la tirante relación entre padre e hijo. Pero no dejan de ser simples transiciones entre el silbar de las balas y el fuego de las granadas. Porque en esta cinta no hay otra cosa que acción desenfrenada y desde luego la mesura no es un concepto que maneje el director John Moore, responsable de títulos desiguales como Tras la línea enemiga o Max Payne.
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