Hace veinte años, Marie Trintignant murió bajo los golpes de Bertrand Cantat. Ella tenía 41 años. Y ya una trepidante trayectoria como actriz, con predilección por las mil y una encarnaciones de la locura femenina.
Párpados abiertos y un poco cansados, mirada lánguida, textura aterciopelada, materia líquida... De sus ojos serios y dulces, Marie Trintignant había hecho, a lo largo de su carrera, un accesorio de juego muy hermoso. Pero la violencia de la noticia lo cubrió todo, pero antes de caer bajo los golpes de Bertrand Cantat, su compañero, y convertirse en un símbolo en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, esta niña de la pelota fue actriz. En el teatro, en la tele, en el cine, ha llevado su presencia algo nublada, su reconocible voz retumbando, entre grietas y mejillas descaradas. En el día de los veinte años de su muerte , rendirle homenaje es también evocar a quienes fue en la pantalla. Mona, Betty, Marie o Jeanne, destacadas heroínas que Marie Trintignant supo habitar con su atractiva extrañeza.
Mona, en Serie negra (Série noire, 1979), de Alain Corneau
Es frente a la cámara de Alain Corneau, quien entró en los anales del cine negro gracias a la atmósfera oscura y desesperada de la película, en Serie negra, que Marie Trintignant se revela. De este título, ahora de culto, dirá que fue su “primera película consciente” (ya había hecho apariciones, incluso de niña, en las películas de su madre, Nadine). A las neurosis fantásticas del vendedor de poca monta, interpretado por Patrick Dewaere, opone el rostro enfurruñado y todavía regordete de sus 16 años. Una presencia obstinada, muda, la seriedad de la infancia a punto de hacer las maletas. La adolescencia en toda su profundidad.
Betty, en Betty (1992), de Claude Chabrol
Para Chabrol, Marie Trintignant había sido primero la pequeña prostituta en Un asunto de mujeres (Une affaire de femmes, 1988), en la que su voz grave y su profunda mirada resaltaron. Cuatro años después, Chabrol le ofreció el papel de su vida al adaptar a Simenon: Betty (Marie Trintignant) se refugia en la bebida tras ser abandonada por su marido. Después de una tarde de borrachera acude a un restaurante para refugiarse de la lluvia, y allí conoce a una burguesa llamada Laure (Stéphane Audran). Betty, debido a su embriaguez pierde el conocimiento, y su nueva amiga la lleva a su hotel donde las dos hablan de sus desafortunadas vidas.
Marie Trintignant en Betty (1992) |
Marie, en El placer de la seda (Le cri de la soie, 1996), de Yvon Marciano
Una costurera adicta a la sensualidad de la seda… En El placer de la seda, una historia de fetichistas y tejidos, ambientada en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Gabriel, un psiquiatra, y Marie, una modista, son dos personajes aparentemente muy dispares que comparten una extraña fascinación por la seda y acaban enamorándose. Para Marie, el placer de tocar la seda es tan exquisito que, un día, es arrestada en una tienda por cortar un trozo de un vestido en exhibición. Al estallar la guerra, tendrán que separarse y soportar penalidades, pero en todo momento conservan intacto su único deseo: reencontrarse para reanudar su relación amorosa.
Jeanne, en ...Comme elle respire (1998), de Pierre Salvadori
Pierre Salvadori supo mejor que nadie explotar la vena cómica de Marie Trintignant, esa fantasía un tanto trasnochada que le dio aires de Arletty en Blanco disparatado (Cible émouvante, 1993), su primer largometraje. La actriz interpreta allí a una estafadora de altos vuelos, antes de convertirse en una mitómana irresistible en …Comme elle respire (1998), del mismo Salvadori. Es quizás en esta película y gracias al personaje de Jeanne donde la hija de Jean-Louis y Nadine Trintignant mejor da la (des)medida de su gracia descabellada. Una forma de dulce-locura muy personal, que nada, nadie, hasta la fecha, ha venido a reemplazar.
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