Sin aspavientos y sin hacer un gesto político, William Friedkin, fallecido el pasado 7 de agosto a los 87 años, fue un pionero de las representaciones queer en la pantalla. Lo que no agradó a todos en 1970 y 1980…
1970. Ilegal en los Estados Unidos, la homosexualidad todavía se define allí como una enfermedad mental. William Friedkin aún no es el director de French Connection, su primer gran éxito de taquilla. Su cuarta película, Los chicos de la banda (The Boys in the Band, 1970), es una modesta (pero conmovedora) puerta cerrada. En las calles de Nueva York, nueve hombres convergen en un coqueto ático para una fiesta de cumpleaños. No hay misterio sobre lo que une a este grupo dispar; lo que llama la atención es el tratamiento directo de su sexualidad. Como en la obra de Mart Crowley que adaptó Friedkin, un gran éxito del Off-Broadway, los protagonistas son abiertamente homosexuales. El cineasta se deja seducir por la fuerza de los diálogos y ofrece a los actores interpretar en su adaptación.
Los chicos de la banda (1970) |
Pero en la década de 1960, los personajes LGBTI fueron prohibidos en las pantallas. Las películas despliegan tesoros de inventiva para sugerir que tal o cual protagonista no es necesariamente heterosexual… o suprimen de plano su homosexualidad, como en La gata sobre el tejado de zinc (1958), de Richard Brooks, extraído de una obra de Tennessee Williams donde la orientación de Brick (interpretado por Paul Newman en la película) es esencial. Al filmar Los chicos de la banda, todos, incluidos los actores y el director, arriesgan su carrera.
Los chicos de la banda (1970) |
En la película de Friedkin, cuando finalmente llega el personaje de Harold, cuyo cumpleaños es, las lenguas se sueltan. Es él quien trae la paradoja de Los chicos de la banda, donde la fiesta se desvanece mientras el director filma, en primer plano, las cuasi-confesiones sobre el malestar de nueve individuos. Hay una forma de urgencia en la conversación. Visto desde la terraza, el horizonte es negro, impenetrable. ¡Está empezando a llover! El simbolismo hace bien las cosas… Friedkin no pretendía rodar una diatriba política pero su película, muy humana, es un éxito (a diferencia del prescindible remake The Boys in the Band, disponible en Netflix). Cierra un capítulo y sale al comienzo de una década que finalmente reclamará lo contrario: salir de la oscuridad de una homosexualidad oculta, los años 1970 son los de la liberación y el orgullo sexual.
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