Interpretó al amante francés de Jeanne Moreau en la película de François Truffaut. Un papel inolvidable en medio de una carrera inconexa, desde los cabarets parisinos hasta la pequeña pantalla.
Henri Serre falleció el lunes 9 de octubre a la edad de 92 años. Con él, después de Oskar Werner y Jeanne Moreau, desaparecidos en 1984 y 2017, respectivamente, es el trío amoroso de Jules y Jim (Jules et Jim, 1962) el que desaparece para siempre. El Jim de la película de François Truffaut era él, el actor de un único papel importante. Sí, pero ¿cuál? A menudo nos confundimos: a pesar de su nombre muy francés, Jules es el rubio austriaco, y Jim, un alto moreno con un bigote de los locos años veinte, es el amante francés de Catherine.
Jim es quien, al principio, acepta hacerse a un lado y dejar que sus dos amigos se casen y tengan una niña, antes de volver rápidamente a la historia, elemento esencial del trágico trío. Él es quien mira a Catherine con ojos enamorados pero resignados. La que supo esperar pero que sin duda comprende mejor a esta mujer libre que busca “inventar el amor” y no puede elegir entre sus dos hombres. Pero Jim es también el que Catherine elige, al final, para meterse en su coche para lanzarse al vacío. Mucho después de que aparecen los créditos siempre nos preguntamos: ¿por qué Jim…?
Antes de Jules y Jim, estuvo Suc y Serre, otro dúo, esta vez de cantantes, que Henri Serre formó con Jean-Pierre Suc y que recorría los cabarets parisinos en los años 1950, acompañado de un trombón. En solitario, Henri Serre frecuenta los escenarios del teatro o los decorados de los directores de la Nueva Ola, para pequeños papeles con Alain Cavalier Combate en la isla (Le Combat dans l'île, 1962), donde interpreta a un joven todavía enamorado de la esposa de otro hombre, Romy Schneider; y Louis Malle Fuego fatuo (Le Feu follet, 1963).
Henri Serre en Moi, général de Gaulle (1990) |
Hoy recordamos su loca carrera con Jules y Catherine en el puente del ferrocarril, un día brumoso de 1961, cuando los tres amigos amantes se lanzaban al torbellino de la vida.
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