Una misteriosa enfermedad obliga a los amantes a volver a la cama con cada uno de sus ex. Con su puesta en escena minimalista y sus palabras excéntricas, los realizadores belgas consiguen decir mucho sobre nuestros deseos y nuestros tabúes.
El tándem belga en el trabajo había dejado su huella con un primer largometraje de deslumbrante originalidad formal sobre una pareja de treinta y tantos años que vio su vida cotidiana trastornada por la irrupción de una madre enferma de Alzheimer, cuya locura contaminó poco a poco decorados y vestuario. Una comedia pop estilizada, A Loca por la vida (Une vie démente, 2020) logró hacer que la senilidad fuera casi frívola.
Aquí el punto de partida es casi idéntico: una pareja joven, buena en todos los aspectos, ve frustrado su deseo de tener un hijo. Un misterioso síndrome, llamado “amor pasado”, bloquea la fertilidad. Para superarlo sólo hay una solución, rebuscada, brillante y peligrosa.
Rémy y Sandra son incapaces de tener un hijo porque padecen el 'síndrome del amor del pasado'. Para curarse, sólo tienen una solución: han de acostarse de nuevo con todos y cada uno de sus amantes del pasado.
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