Blade Runner (1982), de Ridley Scott
Noviembre de 2019. A principios del siglo XXI, la poderosa Tyrell Corporation creó, gracias a los avances de la ingeniería genética, un robot llamado Nexus 6, un ser virtualmente idéntico al hombre pero superior a él en fuerza y agilidad, al que se dio el nombre de Replicante. Estos robots trabajaban como esclavos en las colonias exteriores de la Tierra. Después de la sangrienta rebelión de un equipo de Nexus-6, los Replicantes fueron desterrados de la Tierra. Brigadas especiales de policía, los Blade Runners, tenían órdenes de matar a todos los que no hubieran acatado la condena. Pero a esto no se le llamaba ejecución, se le llamaba "retiro". Tras un grave incidente, el ex Blade Runner Rick Deckard es llamado de nuevo al servicio para encontrar y "retirar" a unos replicantes rebeldes. Ridley Scott debe su magnífica reputación a esta película y a Alien, el octavo pasajero (1979), otra producción mítica de la ciencia-ficción. En esta ocasión mezcla de manera particular y magistral el cine negro con el de ciencia ficción, a partir de una novela de Philip K. Dick. Construye una película muy interesante, creando una atmósfera inigualable y envolvente, que muchas películas posteriores del mismo género han tomado como referencia. Harrison Ford completa un papel sobresaliente, contagiando sus dudas y la identidad que va adquiriendo con los replicantes a los que debe cazar. La atractiva y coherente estética es fascinante. Algunos aspectos de la película, como la ligazón del ser humano a sus recuerdos, han trascendido el mundo del cine, y son estudiados por filósofos y antropólogos. Pero la película ofrece otros muchos puntos de reflexión –globalización, ética de la biotecnología, el enigma de la muerte– casi inagotables. Una obra maestra.
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