Varias películas producidas en países centroeuropeo trataban, desde el período de posguerra, del exterminio de los judíos. El Museo de Arte e Historia del Judaísmo, en París, expone hasta el 12 de marzo estas obras poco conocidas, rehabilitando a sus autores olvidados.
Transport from Paradise (Transport z ráje, 1963), de Zbyněk Brynych, película checoslovaca sobre el campo de concentración de Theresienstadt |
Inspirándose a la vez en el neorrealismo italiano y, por el contrario, en un formalismo onírico que debe tanto al alma eslava como a Orson Welles, van más allá de las disputas que agitarían las críticas mucho más tarde (por ejemplo: ¿tenemos derecho a utilizar el travelling para filmar las alambradas de los campos o ¿es infamia?).
Desafortunadamente, estos artistas se encuentran atrapados en vientos en contra. Por un lado, la desestalinización, que permite proponer nuevas formas estéticas, siempre que se consideren al servicio del glorioso y nuevo socialismo, y romper el tabú de la deportación en la pantalla. Por otro lado, la reacción (la insurrección de Budapest en 1956, la Primavera de Praga en 1968, el resurgimiento del antisemitismo estatal), con el resultado del exilio o la censura.
“El largo camino” (1949), de Alfred Radok |
Mencionaremos también Diamantes de la noche (Démanty noci, 1964), del checo Jan Němec, donde dos deportados huyen a los bosques de los Sudetes e intentan sobrevivir, o Unzere Kinder (1948), del cineasta polaco Natan Gross. Esta película en la que huérfanos judíos y un dúo cómico hablan de la guerra en yiddish no sólo es una de las primeras sobre el Holocausto, sino también una de las primeras críticas a su representación. Todos estos autores logran describir situaciones en su complejidad y subvertir la doxa del héroe comunista. Aquí las reflexiones políticas y estéticas van de la mano. Estas películas siguieron siendo innovadoras y sorprendentes en muchos sentidos, planteando preguntas universales sobre la naturaleza del hombre.
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